La palabra semanal: BAILAR

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   Sudorosos cuando es merengue o salsa. Con alpargatas para el joropo. Pegaditos si suena bachata. Luciendo el mejor traje durante un vals. Alrededor de una fogata en la playa, con los pies descalzos, mientras retumban los tambores. A pocas horas del amanecer, con sentimiento, cuando colocan vallenato. Movidos por la libido, sin recato, mientras suena el reggaetón. Al son de la calle, el bombo y la caja, cuando es hip hop. Sin importar la forma ni el estilo, la palabra de esta semana exige música, movimiento, destreza, ganas de darle vida al cuerpo.

   Bailar es una actividad que se lleva a cabo desde épocas remotas. Al principio, el baile era un elemento de oración y parte de los ritos de culturas primitivas. Con el tiempo dejó de representar algo más que una plegaria y empezó a tener un valor por sí mismo. A partir de ahí, se desarrolló de manera casi exclusivamente artística.

   En la actualidad, cada nación cuenta con un baile tradicional, la música más comercial es bailable, existen una infinidad de academias de baile de todo tipo y saber mover el cuerpo es saber moverse en sociedad, otra forma de comunicarse.

La danse au Moulin Rouge │ Henri de Toulouse-Lautrec (1864–1901)

   Todo esto suena muy bien, pero cuando hablamos del origen de la palabra, algunos etimólogos se rascan la cabeza y comienzan a hacerse preguntas. En el “Diccionario de la lengua española” de la RAE, por ejemplo, observamos que la palabra es de origen incierto y está asociada con el latín ballare.

   Por otro lado, en su “Breve diccionario etimológico de la lengua castellana”, el maestro Corominas nos indica que el término proviene del antiguo occitano balar, aunque nadie sabe de dónde nace la i. A este respecto, Corominas dice lo siguiente:

Quizá en los Pirineos españoles se cruzó con la voz bailar “mecer”, todavía usual en el Alto Aragón; esta vendría de bajulare “llevar a cuestas”, derivada de bajula “ama de cría”, que lleva el niño también pero lo mece; mientras que el occitano balar sale del latín tardío ballare “bailar”, procedente a su vez del griego pãllo “yo salto, me meneo”.

   El Dr. Monlau, en cambio, es más directo:

Del latín ballare, “bailar”, se formaron el catalán ballar, el italiano ballare y el castellano bailar. El ballare latino corresponde al griego ballizõ, “saltar, brincar”, frecuentativo de ballõ, “golpera”.

   Sea cual sea su origen, lo cierto es que de esta palabra derivan baila, bailadero, bailador, bailadorcillo, bailarín, baile, bailecillo, bailecito, bailete, bailón, bailotear y bailoteo.

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   Como dato curioso, descubrimos que baile, lo que se conoce hoy como la acción de bailar, era una forma de llamar antiguamente, en la corona de Aragón, al juez ordinario en varios pueblos de señorío. En Andorra, nombraban de la misma manera al magistrado de menor categoría que la del verguer. También se le decía así al ministro superior del real patrimonio. Quién lo diría.

   Cuando hablamos de bailar, asistir a un baile, soñar con ser bailarín, no nos vemos metidos en nada judicial ni político. Cuando escuchamos de una bailadera, nos vestimos con nuestras mejores ropas y salimos a visitar el lugar para demostrar lo que sabemos hacer sobre la pista de baile. Tras complacer al cuerpo, regresamos a casa contentos. Y aunque hayan surgido inconvenientes por el camino, podemos decir con ahínco, ¡que me quiten lo bailado!

   Bailar también es que una cosa se mueva sin salir de un espacio. Por eso decimos que a fulana le bailaron los ojos cuando vio a fulanito. O a este muchacho le baila un diente. En el área de la imprenta, por ejemplo, es un error que ocurre cuando una línea, palabra, tipo o espacio se desplaza hacia un lugar no adecuado. En Venezuela, hay una frase popular entre compadres, para referirse a un caso de infidelidad: “¿supiste que al vecino tuyo le bailaron a la mujer?”, pregunta el chismoso antes de comenzar la cháchara.

   Pero mejor lo dejamos hasta aquí, que la canción casi termina y queremos seguir bailando.

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Referencias:

• Real Academia Española. (1992). Diccionario de la lengua española (21a ed.).

• Corominas, J. (3ra.). (1987). Breve Diccionario Etimológico de la Lengua Castellana. Gredos, S. A.

• Monlau, P. (2da.). (1881). Diccionario Etimológico de la Lengua Castellana (ENSAYO). ARIBAU Y CÍA.

• AA. VV. (1965). Monitor. Enciclopedia salvat para todos. Salvat, S. A. de Ediciones.

Diseño:

  • Photoshop CS6

Recursos gráficos:

Lupa.

Libro.

Estantería de libros.

Pergamino.

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