La Rosa de Auschwitz (Ascenso)

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(Imagen diseñada por mi en Canva)

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Dedrick estaba ya desesperado por volver a Berlín, hacía dos años que no regresaba a la ciudad y por ende no había podido verla. No era tonto y sabía perfectamente que sus tácticas de conquista no habían resultado, pues Hanna era una mujer delicada, sensible y probablemente él le causó una muy mala impresión cuando se vieron por primera vez, en esa ocasión cuando ella lo encontró expulsando a ese par de ratas judías del restaurante de su padre. Ella casi no respondía sus cartas y las veces que lo había hecho era sumamente fría, de todas formas él era un hombre paciente, no en balde se había vuelto militar, y los militares vivían a base de estrategias ¡eso sí! jamás se rendían cuando tenían un objetivo en mente.

Estaba plenamente consciente de que para conquistarla debía estar presente y no tan aislado como lo había estado hasta ahora. Lo único que odiaba de ser militar era precisamente estar lejos de ella, pero era un sacrificio que bien le valdría recompensas.

En el tiempo que había pasado, Dedrick siguió creciendo en su carrera, y debido a su experiencia en el tema, fue trasladado nuevamente a un campo de concentración, esta vez servía en Treblinka.

Estando ahí, bajo las órdenes del comandante del lugar, siendo el segundo al mando, se había vuelto mucho más hábil todavía en el manejo del campo, hasta el punto de diseñar las estrategias más efectivas para mejorar el método de exterminio de los prisioneros judíos, ganándose la simpatía del propio Himmler, que luego de supervisar numerosas veces el campo de Treblinka, quedó tan fascinado con su desempeño que decidió trasladar a Dedrick a otro campo, esta vez en calidad de comandante (como siempre había sido su deseo) para reemplazar al anterior que fue relevado de su cargo por sospecha de corrupción.

Además del cargo, Himmler le confirió a Dedrick un nuevo ascenso que lo hizo subir un escalón más, por lo tanto pasó de Sturmbannführer (mayor) que era el cargo que había logrado hasta el momento, a Obersturmbannführer que era el equivalente al de Coronel.

El campo al que sería trasladado como comandante del mismo era mucho más grande que en los que había trabajado hasta el momento, y también mucho más conocido. Se trataba en realidad de un complejo llamado Auschwitz que estaba formado por varios campos que se dividían en tres secciones, lo que representaba una gran responsabilidad para el hombre, ahora devenido en Coronel, pero él estaba, a juicio de muchos y del propio Himmler, muy capacitado para el cargo.

Ser un Obersturmbannführer lo elevaba un peldaño más en su carrera como militar, pero ser el nuevo comandante de un complejo de campos de concentración y exterminio de la talla de Auschwitz, definitivamente le daba más poder, llenando de orgullo a sus padres y volviéndolo a él todavía más soberbio y caprichoso...

—¡Felicidades, Dedrick! ¿O debo decir ahora, Herr Kommandant? —bromeó su amigo Carl mientras fumaba un cigarrillo—. Acabo de enterarme de tu nuevo ascenso y nombramiento.

—No seas payaso —respondió el aludido después de introducir su arma favorita en el estuche de cuero, colocándolo luego dentro de una caja.

Se le veía feliz empacando sus cosas.

Posteriormente tomó los parches del cuello que tenía su uniforme para identificar su cargo (tenía cuatro estrellas de plata ubicadas en el cuello izquierdo del uniforme y las runas de la SS en el derecho) y las desabrochó con gusto para reemplazarlas por los nuevos parches que había recibido (cuatro estrellas plateadas acompañadas de una franja blanca).

—Debes tener cuidado, ¿eh? Se dice que el anterior comandante del campo estuvo sumergido en algunos asuntos raros.

—¿Me conoces por ser un traidor, Carl? —preguntó el recién ascendido sin girarse a mirar a su amigo.

Sus ojos grises estaban clavados en el cuello de la camisa de su uniforme, admirando sus nuevas insignias, regodeándose con el placer que le producía saber que ahora sería mucho más respetado y temido.

Carl tomó una botella de whisky que estaba sobre una mesita de la oficina.

—Desde luego que no pero solo es un consejo. ¿No tienes vasos aquí? —preguntó luego mientras miraba para todos lados.

Dedrick dejó el uniforme y se giró para señalar un mueble de madera que tenía unas puertas dobles. Carl agradeció con un gesto y se dirigió hasta allí para extraer un par de vasos.

—Tenemos que celebrar por partida doble: por tu ascenso y tu nuevo nombramiento —dijo mientras llenaba un tercio de cada vaso con el contenido de la botella—, y tú tienes que llevarme contigo, Dedrick, dicen que allá hay incluso un cabaret.

—¿Un cabaret? Querrás decir un burdel —respondió Dedrick después de acabarse de un jalón el contenido de su vaso.

—Cómo sea, me gustaría visitarlo.

—Irás ahí si te place y también al salón de fiestas que me han dicho que tiene el campo. Tendremos todo lo que nos merecemos y por lo que tanto hemos trabajado —respondió Dedrick mientras acariciaba la fotografía enmarcada de Hanna que acababa de introducir en la caja donde empacaba.

—¡Ya llegaron, Herr Schneider! —dijo un muchacho que entró a la oficina mientras se ponía firme y llevaba la mano a la frente para honrar al hombre con un saludo militar.

—De acuerdo, retírense —respondió el hombre, haciendo una seña con desdén.

Carl y el guardia que llegó a hacer el anuncio se marcharon, dejándolo solo. Dedrick tomó un rollo de papel y salió de la oficina para admirar el campo por última vez, posteriormente llamó a los nuevos guardias con un gesto de la mano y estiró la lámina de papel sobre una vieja mesa que estaba apostillada a la entrada de la oficina, una que normalmente usaba en verano cuando el calor se hacía sofocante adentro.

Ahora le tocaría instruir en algunos asuntos del campo a los nuevos guardias antes de marcharse. Estaba ansioso porque ya le habían prometido unos días para regresar a su amada Berlín para que pudiera visitar a sus familiares, y si quería, celebrar su nombramiento y ascenso antes de viajar al sur de Cracovia, al que sería su nuevo hogar.

—Éste es el esquema de identificación de prisioneros —explicó a los nuevos guardias que miraban con atención la sucesión de triángulos de colores, dibujados en la gran láminas de papel sobre la mesa y que Schneider señalaba con el índice.

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Fuente

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—Estos símbolos los encontrarán en los uniformes de los prisioneros, debajo de su número de identificación. Cada color representa una etnia o ideología. Por ejemplo los rojos son los comunistas, los verdes, los criminales comunes, estos, los azules, son apátridas, traidores. Los de color púrpura pertenecen a los Testigos de Jehová, los rosas a los maricones. Éste es más complejo, pues con el triángulo negro se identifica a los gitanos, prostitutas, idiotas (ya saben, enfermos de la mente) —dijo golpeándose ligeramente la sien derecha con el índice—. y también a los alcohólicos, pero los que tienen la estrella amarilla son los peores y merecen un trato especial —concluyó con una sonrisa llena de maldad—. Esos son los malditos judíos, ¿entendido?

—¡Sí, Herr! —respondieron a coro los guardias.

Algunos de ellos comenzaron a reír al echar un vistazo a su alrededor y ver como llevaban a empujones a varios prisioneros recién llegados.

—¿Podría explicarnos qué significa esta barra sobre los triángulos? —preguntó uno de ellos, señalando el esquema.

—Esa barra significa que el prisionero es un reincidente —explicó Schneider—. Y este círculo blanco con el punto negro bajo el vértice significa que es un prisionero de batallón de castigo. Pero si ven a un prisionero con este símbolo en su uniforme, significa que es aún más repugnante —dijo Dedrick deslizando el índice por la última fila del dibujo—. Si observan que bajo los triángulos de colores hay un triángulo amarillo apuntando en la dirección contraria formando una estrella, significa que el maldito prisionero aparte de comunista, delincuente común, Testigo de Jehová, maricón, gitano o lo que sea... también lleva su sangre infectada con la peor de la razas.... la hebrea.

—¿Todo listo por aquí, Dedrick? —preguntó Liebehenschel que llegó en ese momento, dándole un par de palmadas de afecto en la espalda—. No puedo creer que el Reichsführer Himmler le haya dado un puesto tan importante a un mocoso como tú. ¡Nah! Es broma, muchacho, te lo has ganado.

Dedrick sonrió por toda respuesta, levantando la cabeza con orgullo pues sabía que aunque aducía estar bromeando, Liebehenschel hablaba desde la envidia. Desde hacía un par de años que el hombre ostentaba el cargo Obersturmbannführer, el mismo que acababan de otorgarle a él, y aun así no había pasado de supervisar los campos de concentración en compañía de Himmler, pero jamás le habían asignado uno para que lo comandara.

En ese momento el propio Heinrich Himmler en persona se acercó a los dos hombres.

—¿Listo para regresar a Berlín? —preguntó mirándolo con una sonrisa mientras el hombre asentía—. Aprovecha bien el tiempo para celebrar y ver a tu familia —el tipo lo tomó por los hombros para mirarlo directamente a los ojos sin dejar de sonreír.

Dedrick le sostuvo la mirada sin parpadear, soñando con portar algún día las condecoraciones que él portaba en su uniforme, así que, por un momento... por un breve momento sintió que el cargo y la responsabilidad que acababan de darle no se comparaban a ese orgullo y que no sería regentando un campo de concentración como lograría llegar a tener uno de los cargos más altos del Reich. Finalmente parpadeó un par de veces hasta caer en la cuenta de su error... el suyo era un cargo importante que tal y como le decía el propio Himmler en ese momento, se había ganado a pulso por su desempeño.

—Llegarás lejos, muchacho, he recibido muy buenas referencias tuyas —le decía el líder Nazi, rodeándolo luego con un brazo—, tu forma de tratar a los prisioneros es soberbia, no conoces la misericordia, es decir, tienes lo que se necesita para regentar un campo de la talla de Auschwitz. Se requiere de mano firme, sobre todo con esos judíos —continuó Himmler mientras se paseaba con el muchacho por el campo.

—Acepto la responsabilidad con gusto pues lo siento como algo personal, señor —contestó Dedrick—. Mi hermano Dereck fue asesinado por uno de ellos.

—Lo sé, eso también lo sé, Schneider —añadió Himmler dándole un par de palmaditas en la espalda—, por eso sé que tienes lo que hay que tener para estos casos, un ingrediente extra que te permitirá cumplir con tu trabajo a cabalidad. Solo debo recordarte que al lugar donde irás es mucha más grande que éste y que debes asegurarte, no solo de que sea rentable (con lo que a veces tendrás que contenerte y no acabar con toda la población, minimizando así la productividad) sino que el resultado del trabajo llegue a su destino (sí me entiendes) No toleraré ningún tipo de artimañas que puedan afectar nuestra solidez como Reich, recuerda que estamos en guerra y un país en guerra necesita muchos recursos.

—Desde luego, Señor, no seré yo quien decepcione a nuestro país y mucho menos al Führer.

—Eso espero —respondió Himmler. Cuando llegaron a un lugar donde había algunas mesas que normalmente se usaban para tomar los datos de los prisioneros que llegaban, el hombre hurgó dentro de su uniforme y extrajo un papel plegado que desdobló y colocó sobre una de las mesas para mostrárselo a Schneider—. Éste es Auschwitz, tiene unas ciento setenta y cinco hectáreas.

Dedrick le respondió con un silbido agudo que divirtió a su interlocutor.

—Así es, es mucho terreno pero está dividido en tres partes. El campo I que es donde hay trabajo sencillo, ya sabes, clasificar objetos de los que van llegando, construcción, en fin... Birkenau o Auschwitz II, que creo que hallarás más interesante porque se trata del campo de exterminio. Cuenta con cuatro cámaras de gas y se usa el Zyklon B que es ácido cianhídrico cristalino para una mayor eficiencia en menor tiempo.

—Eso es muy interesante —comentó Dedrick con una sonrisa mientras extraía un par de cigarrillos de la caja de su bolsillo. Le ofreció uno a su compañero y continuó—: Aquí en Treblinka, Belzec y Sobibbor el método es distinto, solo se usa monóxido de carbono. Es bastante lento y tedioso.

—Sí, con el tiempo llevaremos la eficacia del Zyklon B a todos los campos, pero por ahora solo está en Auschwitz. Ha dado muy buenos resultados allá. En fin, como te iba contando, por último pero no menos importante está el campo Monowitz o Auschwitz III —explicó Himmler señalando una parte del mapa mientras Dedrick observaba con atención—. Este es el campo donde los prisioneros trabajan en una fábrica construida por la IG farben llamada Planta Química Buna donde se produce el caucho sintético y caucho de carbón.

—Es fascinante, debo agradecer su confianza una vez más, Señor.

—Te lo has ganado. He revisado los expedientes de algunos candidatos, pero el tuyo me pareció el más adecuado. Recibí excelentes referencias tuyas en Sachsenhausen, Chelmno y por supuesto aquí, en Treblinka. Tus superiores hablaron de tu responsabilidad, proactividad, capacidad para resolver problemas imprevistos, pero sobre todo de tu frialdad.

—Toda oposición ha de ser aniquilada —respondió el joven recitando uno de los lemas favoritos de la SS, lo que provocó que Himmler sonriera todavía más.

—Bueno, llegó la hora de regresar a tu casa, hijo. Tus padres te recibirán con orgullo al saber la noticia ,y desde luego podrás celebrarla. Hace poco conocí un lugar en pleno Berlín, se llama Ragweed. Supongo que podrás ir allí a celebrar tu nombramiento y ascenso.

Al escuchar el nombre del restaurante, Dedrick elevó la mirada con algo de sorpresa.

—¿Lo conoces? —preguntó Himmler.

—Así es —respondió el muchacho, desechando la colilla del cigarrillo.

—¿Quién no? —dijo Himmler—, se ha vuelto muy popular. Liebehenschel me llevó allí en un par de ocasiones. Ahora es mucho más amplio. El restaurante tiene muy bien puesto el nombre porque ese Müller y su tropa de cocineros preparan platos exquisitos, y desde luego es un digno alemán también.

—Me consta —respondió Dedrick—. Yo también solía visitar el lugar con frecuencia.

Dedrick Schneider tuvo el honor de regresar a Alemania junto a Heinrich Himmler, portando ahora en cada lado del cuello de la camisa de su uniforme, la nueva insignia que lo acreditaba como un auténtico Obersturmbannführer de SS. Además llevaba a sus orgullosos padres la noticia de su nombramiento como comandante de un campo de concentración, y no cualquiera sino uno tan grande e importante como Auschwitz.

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