Quiénes somos | Relato corto |

Quiénes somos

   

    Llegó el 11 de marzo. Según el reporte, unos transeúntes lo habían encontrado en un callejón, desnudo y desmayado sobre un charco de sangre. Un pasante me contó que, en un lapsus en el que recobró la conciencia, le dijo a los paramédicos que se llamaba Mahasiah. Mi turno había comenzado apenas hacía una hora, todos en el hospital ya hablaban sobre el misterioso paciente que descansaba en la habitación A-017.

    Pasé por ahí solo por casualidad, el edificio no era muy grande y en una jornada normal podía recorrer todo el lugar; la puerta estaba abierta, aunque no lo habría notado de no ser por esa voz que me llamó por mi nombre. Volteé y allí estaba, un hombre joven, más o menos de mi edad, acostado, con vendajes cubriéndole todo el torso, mirándome fijamente.

    —Hola —le saludé cuando entré a la habitación, se veía como un paciente extraño, pero casi a diario veía pacientes extraños. «Mahasiah» leí en su registro — Mahasiah… sin apellido. Así que tú eres el paciente del que todos están hablando.

    —Eso parece —respondió él.

    —Mmm… bien, me alegra que me hables, Mahasiah. Un pasante me contó que no habías hablado con nadie —en la hoja de registro leí también que tenía dos heridas profundas en la espalda, causadas por “un objeto punzante desconocido” —. ¿Puedes contarme qué te pasó? ¿Cómo llegaste a ese callejón donde te hallaron?

    —Caí del cielo —veía hacia todas direcciones mientras hablaba, como si inspeccionara el lugar —, es una caída más larga de lo que imaginé.

    —Ah, claro… Veo que el doctor Lamber vino hace un rato. ¿Él dijo algo de mí? ¿Por eso sabes mi nombre, no?

    —No —respondió sin más.

    La conversación, si es que podía llamársele así, era particularmente incómoda, por lo cual decidí retirarme. Le deseé una pronta recuperación y, cuando crucé el umbral de la puerta, me llamó de nuevo y dijo:

    —Te caíste de un árbol y tu hermana, Marissa, gritó tu nombre, por eso lo sé —lo que comentaba no tenía sentido, eso había pasado hace ¿veinticinco, veintiséis años? —. Sé que es confuso —yo habría usado el término “extraño”, mejor —. Ese día yo estaba vigilándote, no me correspondía hacerlo, sin embargo terminé ahí.

    —¿Vigilándome? ¿De qué está hablando? Tenía ocho años, estábamos en casa de mi abuela, vivía… —«Al pie de una montaña», iba a decir.

    —Al pie de una montaña, lo sé —de repente me quedé mudo, no entendía nada de aquello —. Gladys, una gran mujer; le habla a sus amigos de ti muy seguido.

    Lo que empezó como una charla incómoda comenzaba a tornarse en algo siniestro, a mi parecer. Este hombre, que decía llamarse Mahasiah, inspiraba cierta confianza, sin embargo me resultó imposible bajar la guardia ante la idea de que un desconocido supiera eventos puntuales de mi vida.

    —Mi abuela murió hace veinte años —para ese punto tenía el corazón acelerado, noté que hablaba con la voz un poco entrecortada, pero no podía controlarme —. Tú no eres un paciente normal, ¿verdad? ¿O es esto una broma? ¿Quién eres? ¿Qué eres?

    —Soy Mahasiah, eso ya lo sabes —se calló, pensé que no seguiría hablando, luego de un segundo continuó: —Lo que soy… ustedes nos han llamado de muchas formas. No pretendo confundirte más, necesitas saber que estoy aquí no por casualidad, sino porque puntualmente necesito hablar contigo, porque necesitarás mi ayuda.

    Después de eso llegó el doctor Lamber, se sorprendió de verme ahí. Me contó que unos detectives acababan de llegar al hospital preguntando por «el que se hace llamar Mahasiah». Miré al hombre, sé que estábamos los suficientemente lejos como para que no nos oyera, aun así creo que podía hacerlo, pues me devolvió la mirada.

    Lamber y yo bajamos, a mitad de camino por las escaleras nos topamos con los supuestos detectives, eran tres hombres y una mujer, todos vestidos de traje negro y corbata.

    —¿Dónde está, doctor Lamber? —preguntó la mujer, parecía ser la jefa del grupo.

    —Por acá, en el A-017 —respondió Lamber y los guio —, síganme.

    La puerta de la habitación estaba cerrada por dentro. «La dejé abierta» pensé, estaba seguro de ello. Lamber se asomó por la ventanilla y dijo que no lo veía. Uno de los uniformados rompió la puerta, en efecto no había nadie adentro. Buscamos en los baños, el cuarto de deposito y salidas de emergencia, no lo encontramos. revisamos las cámaras y ninguna había registrado su huida. Mahasiah parecía haberse esfumado.



Foto de Pexels | Rakicevic Nenad

   

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