Han pasado cinco días, nueve horas y cuarenta y seis minutos desde el inicio de todos estos eventos trágicos, cuando Alicia fue picada por aquella avispa que al principio, le causó una decadente infección. Luego comenzó a tener una fiebre que la dejó postrada en la cama por varios días y fue en ese lapso de tiempo, cuando comenzaron a salirle esas protuberancias blancas del tamaño de una bola de billar.
Acudí a la ayuda del doctor Martínez, quien llegó a mi apartamento inmediatamente. En su segunda visita a mi hogar había sido el único testigo de los huevecillos que brotaban del cuerpo de Alicia. Las cosas comenzaron a tornarse extrañas a partir de allí, ya que el doctor Martínez poseía un oscuro secreto, con relación a esa extraña anomalía.
Seguidamente, a partir de allí, el doctor Martínez empezó a relatarme de aquella experiencia que tuvo junto a unos colegas en la región selvática de Cagri; según su confesión, el origen de esas avispas no parece ser terrestre, puesto que el gigantesco panal donde habitaban, tenía elementos sobre su superficie que no se podían encontrar sobre la faz de la Tierra.
Una colega de él de aquella expedición, fue la única que sufrió los terribles efectos de la picada de una de esas avispas, y el doctor y sus colegas, al descubrir lo que pasaría posteriormente, decidieron quemarla viva y consecutivamente incinerar el panal. Pensaron que con eso ya tenían todo solucionado, pero se equivocaron garrafalmente.
Alicia contrajo ese extraño virus en nuestro viaje de luna de miel por la región de Cagri. Su padecimiento comenzó a ascender a niveles horripilantes y evolucionó hasta un punto monstruoso. El despiadado doctor Martínez planeaba liquidarla tal y como lo hizo con su ex compañera, pero al final, fue él quien terminó devorado por Alicia estando ella en su fase más crítica.
Lo que vi me impactó demasiado, huí de espanto de su presencia pero no del todo, aún quería mantenerme a su lado porque, muy dentro de mí, sabía que aún podía salvarla. Martínez aseguraba que ella ya estaba muerta, y que sus recuerdos habían sido borrados ya que estaba bajo los efectos del «síndrome de los celos» causado por los huevecillos. Cosa que nunca creí, puesto que no era casualidad que la encontrase en el lugar donde nos veíamos a escondidas cuando éramos novios.
Finalmente me encontraba frente a ella, temiendo que me devorara con sus filosos dientes atrozmente desarrollados. Me miraba fijamente sosteniendo una compostura serena. Yo me quedé quieto y comenzaba a hablarle intentando causar un efecto diferente en ella, pero solo se quedaba quieta, transpirando el aire que la rodeaba con fuerza.
Intenté dar unos pasos hacia a ella pero algo terrible me detuvo. Alicia comenzó a convulsionar espantosamente y los huevecillos de su cuerpo comenzaron a quebrarse uno por uno. Empezaron a exponerse de sus cavidades alas, antenas y patas de insecto, y las criaturas portadoras de esas extremidades, emprendieron vuelo rápidamente hacia el cielo hasta que se perdieron de vista.
El cuerpo de Alicia quedó quebrantado de una manera tan abominable, que mi aparato digestivo y mente no pudieron procesar, y me desvanecí en un letargo irresistible quedando inconsciente. Mi esposa al final, se había convertido en un capullo de larvas andante, hasta que estas nacieron y se propagaron por la ciudad, sabía que tarde o temprano aparecerían más de ellos y la humanidad quedaría condenada.
El doctor Martínez aunque era muy cruel, tenía toda la razón, fue mi insensatez de no perder a Alicia lo que provocó que todo esto pasara. Han pasado varios días de lo sucedido y aún sigo con el corazón roto. He reflexionado últimamente y me siento responsable por todo, por lo tanto, decidí tomar acciones en mis manos.
Comenzaron a surgir noticias en la ciudad sobre mujeres con extrañas protuberancias blanquecinas y viscosas brotando por todo su cuerpo. Sabía que se propagarían a una velocidad ascendente, pero no creí que fuese tan rápido. Reuní herramientas para poder llegar hasta ellas; cloro, cuchillos, sogas, gasolina, cerillos, etc. Es mi deber acabar con aquella plaga antes de que se propaguen. Sé que Alicia me hubiera pedido que acabara con el infierno en el que estaba sumida si pudiera hablar, y por ella, aceptaré cualquier consecuencia por mis acciones.
FIN
Five days, nine hours and forty-six minutes have passed since the beginning of all these tragic events, when Alicia was stung by that wasp that at first caused her a decadent infection. Then she began to have a fever that left her bedridden for several days and it was during that time that she began to get those white bumps the size of a billiard ball.
I went to the help of Dr. Martinez, who arrived at my apartment immediately. On his second visit to my home, he had been the only witness to the little eggs that were popping out of Alicia's body. Things began to get strange from there, as Dr. Martinez had a dark secret about this strange anomaly.
Then, from there, Dr. Martinez began to tell me about that experience that he had with some colleagues in the jungle region of Cagri; according to his confession, the origin of those wasps does not seem to be terrestrial, since the gigantic honeycomb where they lived, had elements on its surface that could not be found on the face of the Earth.
A colleague of his from that expedition was the only one who suffered the terrible effects of the sting of one of those wasps, and the doctor and his colleagues, on discovering what would happen later, decided to burn it alive and consequently incinerate the comb. They thought they had it all figured out, but they were dead wrong.
Alicia contracted this strange virus on our honeymoon trip to the Cagri region. Her suffering began to ascend to horrifying levels and evolved to a monstrous point. The ruthless Dr. Martinez planned to kill her just as he did his former partner, but in the end, it was he who ended up devouring Alicia while she was in her most critical phase.
What I saw shocked me too much, I fled from his presence in horror but not completely, I still wanted to stay by her side because, deep inside me, I knew I could still save her. Martinez assured me that she was already dead, and that her memories had been erased since she was under the effects of the "jealousy syndrome" caused by the eggs. I never believed it, because it was not a coincidence that I found her in the place where we used to meet when we were dating.
Finally I found myself in front of her, fearing that she would devour me with her atrociously developed sharp teeth. She stared at me, holding a serene composure. I stood still and began to talk to her, trying to have a different effect on her, but she just stood still, sweating the air around her hard.
I tried to take a few steps towards her but something terrible stopped me. Alicia began to convulse horribly and the eggs in her body began to crack one by one. Wings, antennae, and insect legs began to be exposed from their cavities, and the creatures carrying those limbs flew rapidly up into the sky until they were out of sight.
Alice's body was broken in such an abominable way that my digestive system and mind could not process it, and I vanished into an irresistible lethargy and became unconscious. My wife had finally become a walking larvae cocoon, until they were born and spread around the city, I knew that sooner or later more of them would appear and humanity would be doomed.
Dr. Martinez, though very cruel, was absolutely right, it was my foolishness in not losing Alicia that caused all this to happen. Several days have passed since what happened and I am still broken-hearted. I have reflected lately and I feel responsible for everything, so I decided to take action in my hands.
News began to emerge in the city about women with strange white, slimy bumps sprouting all over their bodies. I knew they would spread at an upward speed, but I didn't think it would be that fast. I gathered tools to reach them; chlorine, knives, ropes, gasoline, matches, etc. It is my duty to put an end to that plague before it spreads. I know that Alice would have asked me to end the hell I was in if I could talk, and for her sake, I will accept any consequences for my actions.
END