«Como a nadie se le puede forzar para que crea, a nadie se le puede forzar para que no crea.»
—Sigmund Freud
El susurro
Érica observaba por la ventana de su cocina cada mañana. Ojeaba el horizonte ofuscado de viviendas de concreto, alguno que otro árbol atravesado y líneas de luz que se asomaban a su encuentro. La preocupación aún invadía su pecho y la amenazaba a tumbarse en la melancolía. De repente, despierta de su trance al escuchar la sonora voz de su pequeña hija Amanda.
—Mami ya estoy lista, ¿nos vamos? —Irrumpió Amanda posada entre el portal de la cocina.
—¡Ah!…, claro hija, voy por las cosas. —Contestó Érica retomando la orientación.
—Mami, ¿Cuándo volverá papá? —Preguntó Amanda con voz un poco retraída.
Al escuchar su incógnita de inocente pequeña, Érica se detuvo, quedó paralizada. Miró a los ojos achicados de su pequeña hija con la boca abierta y sin saber que responder. Amanda baja la mirada por su imprudencia, teniendo en mente de que no recibiría una respuesta satisfactoria. Su madre se le acerca, la toma de los hombros y le responde con una mentira creyendo que con eso la calmaría.
—Tu padre fue a un viaje de trabajo. Fue seleccionado por un grupo de científicos a explorar un lugar muy lejano, ya sabes que su trabajo es todo sobre ciencia. —Dijo Érica entre tonos sarcásticos.
—¿Segura que no nos abandonó porque tiene otra familia? —Preguntó Amanda con los ojos opacados en busca de una verdad.
—¡No, claro que no mi amor! —Exclamó Érica a su pregunta. —Tu padre nos ama muchísimo y si pudiera, estaría aquí con nosotras.
Amanda bajó la cabeza encogiendo los hombros, las respuestas de su madre no la convencían mucho. En su pequeña mente de siete años era volátil e imaginaba cosas que no debía. Sin embargo, era una niña muy perceptiva y se daba cuenta que su madre no era del todo sincera con ella.
—Bueno ya. —Dijo Érica exaltada. —Tenemos que irnos o se nos hará tarde a ti en el colegio y a mí en el trabajo.
—Mami, ¿podrías cargarme hasta el auto? —Preguntó Amanda extendiendo los brazos.
—Claro hija, ven conmigo.
Érica comenzaba a sentirse agotada, tanto física como mentalmente. No podía negarse a la petición de su pequeña hija ya que imaginaba que ella la estaba pasando peor con toda esta incertidumbre. Ya pasaron cuatro días desde la desaparición de su esposo, Jonas Vergel, en las instalaciones de la corporación donde él trabajaba. Las novedades sobre su búsqueda solo las recibía de su amiga y colega Camila Prieto, jefa del departamento de comunicaciones de dicha corporación. No había por lo momentos una noticia certera sobre la posibilidad del regreso de Vergel y eso era lo que destrozaba a Érica. Decidió ese mismo día llamar a Camila para ver si había alguna novedad.
El día transcurrió con normalidad. Érica después del trabajo, pasó a recoger a su hija, luego de haber llegado a casa Amanda se dirige rápido a su habitación, hubo pocas palabras cruzadas entre ellas durante el trayecto. Subsiguientemente, en su desesperación, Érica llama a su amiga Camila, para ver si tiene alguna noticia de Jonas. Toma el teléfono y espera a ser atendida.
—Hola Érica, ¿cómo estás? —Responde Camila.
—Hola, Camila, no muy bien, ya sabes, toda esta situación me ha tenido abrumada. Hoy Amanda me volvió a hacer preguntas sobre Jonas, eso fue casi como si me apretujaran el corazón. Debiste ver su rostro, ¡oh Dios mío! Tuve que responderle lo primero que se me pasó por la cabeza. No me gusta mentirle a mi hija.
—Te entiendo Érica, pero debes ser fuerte, al menos hemos dado un paso de avance.
—Dime, ¿han podido comunicarse con él? ¿Es posible que puedan volver a traerlo de ese planeta?
—Aún no y eso es lo que necesitamos hacer primero, comunicarnos con él, solo así podemos darle las instrucciones para que pueda volver. Mientras tanto, Érica, por favor, no decaigas, hazlo por tu hija tu eres su pilar ahora, si empiezas a desfallecer se dará cuenta y empezará a decaer contigo. Por favor no pierdas la fe.
—Lo sé Camila pero es tan difícil. Solo con ver su mirada hoy quedé destrozada.
—Mantente firme, es todo lo que te puedo decir por ahora. Llámame mañana, espero que para entonces haya llegado una buena noticia.
—Está bien Camila. Si sabes de algo antes, ya sabes…
—Claro por supuesto. Te llamaré inmediatamente. Que pases buenas noches Érica.
—Gracias, tu igual Camila.
Después de colgar el teléfono y colocarlo en la mesa, Érica comenzó a quebrarse en llanto. Se fue a su habitación, porque no quería que su hija la viera. Se tumbó en la cama y después de un rato su llanto cesó y se quedó dormida.
En ese momento Érica comenzó a soñar, y su sueño fue como una revelación. Ella se encontraba en un mundo célico, rodeada de nubes cambiantes y coloridas. No podía ni ver sus pies por la intensidad del vapor en el suelo. De repente, a corta distancia, comenzó a apreciar que tres figuras no humanas se acercaban a ella.
Las entidades eran altas, exageradamente esbeltas. Tenían cuellos largos y rostros ovalados, y sus ojos eran enormes y brillantes, como dos esplendidas gemas. Sus extremidades eran articuladas y su piel era anaranjada, la cual, brillaba de manera efímera. Tenían solo tres dedos en cada una de sus manos y antenas sobre sus cabezas, era como ver una combinación hibrida entre humano e insecto.
Érica se dio cuenta que ellos comenzaban a hablarle, porque percibía susurros en sus oídos, los cuales, vibraban hasta dentro de sus tímpanos. En ningún momento sintió miedo, puesto que ellos transmitían una inconmensurable paz. En un momento se acercaron a ella y la tocaron, y fue allí, cuando los susurros se hicieron más fuertes y se combinaron para convertirse en uno solo.
El mensaje del susurro fue tan claro que casi dejó a Érica sin aliento.
—Jonas Vergel vendrá a nosotros, y cuando esté listo, volverá a ti. —Dijo la extraña voz, que para la apreciación de Érica no parecía humana.
En ese instante Érica se despierta de impacto, sobresaltada. Mira a un lado de la cama y observa a la pequeña Amanda tomándola de un brazo.
—Mami, ¿no vas a hacer cena? Tengo hambre.
Érica coloca su mano en la frente tratando de calmarse, mientras intenta recuperar de nuevo la orientación.
—Eh… Si… Vamos hija, vamos a preparar algo.
Érica mantuvo reprimidas sus reacciones mientras estaba con Amanda, pero no dejaba de pensar en ese extraño sueño. Trató de analizarlo pero sin ninguna conclusión aparente. Decidió tomarlo como un vestigio de esperanza sobre el reencuentro con su esposo, solo pensaba en llamar a Camila de nuevo para contarle lo que había soñado.
—FIN—
Escrito por @universoperdido. Martes 28 de julio 2020
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