Si hay algo que me alegra las mañanas es ver al Ávila desde casi cualquier dirección mientras manejo hacia el trabajo. No me hallo sin mi montaña, cliché de citadina de la capital. Subirla y meterse entre sus verdes tiene que ser uno de los mejores remedios que he encontrado. Me baja el mal humor, me ahuyenta el stress, me desaparece la grasa, me la devuelve en forma de sandwich de pernil y chocolate caliente. Sí, sí. Yo se que nada de eso es algo exclusivo del Ávila y que lo puedo encontrar en otros lados, pero todo lo asocio al cerro. Es placebo, es terapéutico, es lo que sea. Es mi montaña.
Sucede que de hace un tiempo para acá cada vez que digo que voy a subir despierto preocupación. Que ya no es solo si voy yo sola, que acompañada es un peligro igual, que si me asaltan, que la gente se pierde. No voy a negar que sí, a mi esas cosas me preocupan también.
Dependiendo del plan que tengas, tienes que observar ciertas precauciones, pero sube. Conócelo (o conócela - aclaro que yo a los sitios les asigno género según la vibra que tienen, y con el cerro/la montaña todavía no he decidido cuál es. Por eso la denominación cambia a cada rato y ustedes pueden usar la que quieran). Entiendo que hay muchos que con admirarla desde lejitos tienen, pero dale un chance, ve. Como tú quieras, a pie o en teleférico, eso no importa. Va a crear el mismo efecto, le vas a agarrar cariño.
También comprendo que los que son de otros estados no entienden nuestra fascinación con el cerro, y sí, es muy de nuestra ciudad, pero es que a ver: a falta de cualquier otro elemento distintivo, Caracas ha hecho del Ávila su sello definitorio. Yo pienso que El Ávila supo que lo había logrado cuando se dio cuenta que aún y cuando tiene años de años desde que le dedicaron una canción, todo el mundo la conoce y se sabe por lo menos el coro, y que lance la primera piedra quien no la haya cantado en la hora loca de un matrimonio o de unos 15 años.
La cosa es que nuestra montaña es lo máximo y como hija de Santiago de León de Caracas estoy perdidamente enamorada de ella. Por eso, tengo a juro que emocionarlos para que vayan. Seas de aquí, seas de otro estado, aquí te va una lista de cosas que puedes hacer (fitness y no fitness) alrededor de la montaña citadina más guapa del mundo (con el perdón de la cordillera en chile, Monserrate en Bogotá y Mont Royal en Montreal y todas esas que también son guapas, pero no son mías)
18 cosas que deberías hacer en el Ávila para que le agarres cariño
- Lo primero, por ser lo más común, es subir por Sabas Nieves en una nota de ejercicio. Si llegas y todavía te dan las piernas para moverte, a juro tienes que comerte un helado cuando llegues al puesto de guardaparques mientras ves a la gente hacer ejercicio en las máquinas. Pero sentadito, con tu helado.
Ya que estás por ahí, fijarte y contar cuántos Querrequerres ves. Yo de verdad he visto ese pájaro solo en el Ávila, y es hermoso: el cuerpo verde, el pecho amarillo y la cabeza azul.
Hacer alguna de las rutas largas, como el Occidental o el Humboldt. Bien preparado, con guías y mientras haya permiso de hacerlas, por su puesto.
Acampar en Lagunazo y ver un amanecer espectacular (si haces la ruta de Naiguatá o los 5 picos de una vez es necesario dormir allá arriba, claro, y es igual de espectacular desde cualquiera de los puntos).
Subir por teleférico (pero por favor, cualquier día que no sea un domingo, es una trampa de turistas. No digan que no se los advertí) y disfrutar de la vista de la ciudad.
Pasar la mañana en Los Venados -puedes hacer un picnic y todo-. Para llegar, puedes agarrar un jeep en Cotiza o en el Hotel Avila.
Hacer Canopy, también en Los Venados. Se viene un post donde te cuento cómo.
Visitar las ruinas del Dr. Knoche, un médico que desarrolló técnicas para embalsamar y que vivía dentro de la montaña. Es una excursión de dificultad leve, y vale la pena.
Hacer la Ruta del Camino de los Españoles. Para eso necesitas una camioneta, algunos amigos y un buen GPS.
Bañarte en alguna de sus pozas. Hay algunas muy cerca, como Quebrada Quintero, y otras que necesitan que camines más, como Paraíso o Pajaritos.
Quedarte en alguna de las posadas de Galipán y hacer terapia de comer y dormir.
También puedes hacer yoga con tremenda vista, porque hay gente que organiza actividades en Galipán con grupos grandes.
O si no, comerse un sánduche de pernil junto a una jarra de jugo en los restaurantes del Merendero de Galipán (con sus respectivas fresas con crema). También puedes ponerte más exquisito y reservar en cualquiera de los restaurantes elegantes.
Subir el picacho y ver el mar desde allá arriba.
Si tienes un carro apropiado (o un amigo/a con carro apropiado, es decir, una camioneta 4x4), no usar la muy común autopista Caracas-La Guaira, sino bajar o subir de la playa por la montaña.
El 1ro de diciembre, hacer la excursión para ver cuando prenden la cruz que simboliza el inicio de la navidad.
El domingo antes de Semana Santa, acompañar a los Palmeros de Chacao cuando bajen.
Visitar las ruinas del viejo sistema del teleférico que iba hacia La Guaira.
Visitar el Museo de las Piedras Marinas. Esto está en mi lista de #Quehaceres, nunca he ido. Dicen que es un lugar lleno de paz y que te recarga de energía. Habrá que conocerlo a ver si se me enderezan los chacras.
Por supuesto, nunca está de más estar pilas por si ves un OVNI, una erupción del volcán o por si te encuentras una morocota del tesoro que está escondido por sus caminos. ¡Uno nunca sabe!
Dato: para las rutas largas siempre es bueno tener un guía; puedes averiguar con la gente de Fundhea y Acamparávila. Siempre por las redes tienen información acerca de sus paseos, así que si ingresas a sus páginas, puedes encontrar informacion. Para las posadas, entra a la página de Valentina Quintero. Si tienes alguna duda, ¡pregúntame!
Si sabes de otras cosas que se pueden hacer en la montaña que no mencioné, cuéntamelas en los comentarios para anotarlas en la lista. El Ávila no se agota nunca :)
