Relato: Dos opciones

Londres, Inglaterra, 1882.

Caroline Johnson estaba sentada en la sala de estar de Madame Catherine, la dueña de uno de los burdeles más caros de Londres. La ansiedad y la vergüenza eran tan grandes que quería marcharse; sin embargo, el asunto que la envió ahí en primer lugar era tan importante como la dignidad misma.

Había regresado del África Septentrional sin nada más que lo que traía puesto: un raído vestido de algodón rojo, un maltrecho sombrero plano y unos guantes rotos. Todo lo había perdido en su intento desesperado por recuperar el status quo al que estaba acostumbrada junto con su hermano Elias. Necesitaba dinero; necesitaba ropa, zapatos, un buen baño, algo de comida. Un ingreso rápido, el cual ahorraría lo suficiente para marcharse en cuanto antes a otro lado a probar suerte.

Estaba consciente de que las matronas harían lo posible para retener a sus chicas, pues cada una representaba una excelente fuente de ingresos. Sin embargo, Caroline no consentiría quedarse más de un año, mucho menos permitiría que sus conocidos y enemigos la descubrieran en aquél sórdido lugar.

"¡Oh, vaya! ¡Pero miren quién nos honra con su visita!", escuchó una voz burlona tras ella.

Caroline se volvió.

Una mujer pelirroja había entrado a la sala de estar. Ataviada con un elegante vestido de seda y un pronunciado escote, la recién llegada añadió: "¿Quién diría que la conocidísima Caroline Johnson pisaría un lugar como este?"

Caroline, asustada, replicó: "¿M-me conoce?"

Echándole una calada a su cigarro, la mujer replicó: "Querida, has estado en la boca de todos hace un par de años; incluso aparecías muy a menudo en el periódico, en especial después del fallido compromiso de tu padre con una dama de alta alcurnia".

La mujer se acercó hacia una silla y añadió: "Soy madame Catherine, la dueña de este burdel. Mi doncella me informó que querías hablar conmigo".

Caroline, indecisa, contestó: "Sí. Quería hablar con usted. Me... Me han dicho en el muelle que usted puede darme un techo en donde estar mientras reúno el dinero necesario para marcharme a América".

"¿Quién te dijo?"

"Un tal Spivey".

"¡Ah, el buen capitán! Siempre dispuesto a ayudar a una dama en apuros. Bueno, desde que Spivey te envió, supongo que debo acogerte...".

"¡Muchas gracias!, ¡en verdad, muchas gracias!"

"Pero debo advertirte una cosa, niña: Tú eres una cara conocida en esta parte del mundo. Dada tu reputación, es preferible que busques un trabajo como doncella con una familia extranjera lo antes posible".

"Oh... Bueno, creí... Creí que... Usted sabe..."

La matrona lanzó una carcajada. Caroline le miró, consternada. ¿Había dicho algo gracioso?

"¡¿Tú, una prostituta?! ¡Que los cielos me amparen!", exclamó madame Catherine. "Tu presencia le traería al burdel muchos curiosos, sin duda, pero incluso causarías problemas a mis clientes. Además, no quiero que esa gente venga aquí y hagan daño a mis chicas".

Caroline le miró, estupefacta. ¿Quién le habrá informado sobre las deudas de su hermano, los tratos de éste con individuos de la peor calaña? ¿Acaso la habían seguido sin que ella se diera cuenta?

La matrona, al notar su sorpresa, añadió:

"En los bajos mundos la información fluye como el agua. Como quizás te habrás dado cuenta, te pisaron los talones, y no descansarán hasta encontrarte. Ahora, tienes dos opciones. La primera, y la más sensata hasta ahora, es buscar empleo como doncella de una familia extranjera. Con un poco de maquillaje, una peluca y ropa un poco más decente, te contratarían como tutora. La segunda opción es tu familia y los Fairchild".

"¿Mi familia? Perdóneme, madame Catherine, pero mi padre no ha querido saber nada de nosotros desde hace dos años; no tendría problema si recurro a mi hermano Benton, pero no quiero involucrarlo en esto. En cuanto a los Fairchild... Bueno, no les simpatizo mucho, y con justa razón"

"Niña, oye mi consejo: Necesitas aliados. Sin ellos, te matarán".

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Fuente de la imagen: Pexels

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