Rolando era un gran artista de la escritura. Ha pasado mucho tiempo desde que no embelesaba al mundo con una de sus hermosas novelas románticas. Después de la muerte de Amanda, se sumió en el aislamiento alimentado solo por alcohol y prostitutas. El dolor no se aminoraba y solo provocaba tenues alucinaciones manifestadas por una recurrente presencia fantasmal femenina.

Allí tuve que intervenir; en su punto más escabroso. Las olas de un abismo lo persuadían a la muerte. Muchos corpúsculos de insidia revoloteaban sobre su cabeza berreando una incipiente maldad. Su tristeza se colmaba de malos pensamientos y fue cuando lo hallé destrozado tratando de quitarse la vida.

Lo detuve y lo llevé a recibir ayuda profesional. Ya no era siquiera la difuminada imagen de sus tiempos de gloria. Se sentía arrepentido por entregarse tan mortalmente al dolor, y solo deseaba que toda la inmundicia que lo cubría fuera purgada permanentemente.

Después de varias sesiones psicológicas y grupos de ayuda, parecía que Rolando estaba teniendo gran avance. Un día me dijo que para expiar todo su dolor, escribiría una gran novela; una que lo devolvería de nuevo a las cumbres de la fama literaria. Me puse feliz y le dije que lo apoyaría con la edición y también con la distribución del libro.

Comenzó una madrugada, bien temprano, sin dejar que su sueño concluyera. Dejó que su imaginación volara más rápido que las alas de un colibrí. Batía sus dedos contra el teclado de su computadora como poseído por el espíritu de un poderoso artífice. Comenzó con una de las frases más hermosas e intensas que haya leído:

«Solo los amores embellecen para dejar a un lado una triste e inalterable verdad.»

Creí en esas palabras; en que serían su portal para abandonar todas las nostalgias nocivas de su pasado, pero lo que nunca me imaginé, es que solo era el comienzo de una ominosa y extraña fantasía.

En solo un par de semanas terminó su libro, pero lo hizo en secreto, nos hizo creer a todos que había terminado su libro ya un tiempo después. No sabía nada al respecto hasta que decidí ir a su casa para ver como iba todo. Me emocionó verlo tan concentrado, con un aspecto más acorde a su personalidad y exudando una energía inigualable. Sin embargo, su vida personal la ocultaba como si se tratara de un secreto innombrable. Intenté que me otorgara retazos, o siquiera pequeños vestigios, pues se notaba que ahora salía con alguien y estaba muy feliz por ello. Pero todas mis insinuaciones las esquivó, dejándolas a un lado como balas perdidas.

Intenté ver más allá de un hombre contento, y utilicé mis habilidades de observación para descubrir nuevas cosas. Atisbé un anillo de matrimonio en su dedo y me pareció extraño, pensé que después de las sesiones había decidido guardarlo, pues el recuerdo de Amanda se volvería turbio en una transición tan delicada. Pensé que quizás ya la había olvidado y no tenía problema en usar el anillo. También encontré una mancha roja en su camisa blanca; como un polvoreado de maquillaje e imaginé que nuevamente se encontraba solicitando prostitutas, pero luego descarté esa idea puesto que Rolando no suele ser muy discreto con esas cosas, y si hubiera una trabajadora sexual allí, ya me hubiera dado cuenta.

Otra cosa que me llamó mucho la atención, es que el lugar estaba muy limpio y ordenado. Rolando podrá tener muchas facetas pero no la de un hombre organizado, pero luego pensé que pudo haber contratado a un empleado de limpieza que mantuviera en orden la casa. Mis teorías sobre una posible relación amorosa actual en la vida de Rolando podían ser fácilmente derrumbadas con otros argumentos, por lo que opté en omitir detalles sospechosos que descubrieran mis intenciones por averiguar más su vida.

Una noche, recibí la llamada de Rolando avisándome de que ya había terminado su novela. Quería que la leyera en ese momento, por lo que me apresuré a arreglarme e ir a su casa inmediatamente. Al llegar, Rolando me recibió con alegría, me sirvió una copa de brandy y me entregó el manuscrito. Leí el primer capítulo como un niño aglutinado a una pantalla. Me gustó la historia que había creado, incluso la vida de los personajes. Sentí que estaba ante una gran obra magnífica que sería un éxito entre todas las novelas románticas. Felicité a Rolando, le di las gracias y luego me llevé el manuscrito para trabajar en él.

El libro fue editado y publicado semanas después, las ventas colapsaron cuando los lectores vieron el nombre de Rolando en esta nueva entrega. «Rosamarchita» era el nombre que Rolando le había puesto a su obra. Su personaje principal llamado «Irene», se había convertido en la preferida en las largas listas de personajes icónicos de ficción de la literatura. Vimos entrar una adaptación al cine póstuma, ya que el éxito se extendía hacia otras áreas del arte.

Después de ese éxito, Rolando anunció que publicaría una segunda parte de la novela, sin embargo, eso nunca sucedió. Recibí una llamada en mi celular avisándome que Rolando lo hallaron muerto en su habitación. Me dirigí inmediatamente a su casa y encontré varias unidades de paramédicos y policías en las afueras. Había una mujer esposada en el asiento trasero de una unidad policíaca. Su aspecto físico me llamó mucho la atención, pues me pareció familiar como si ya lo hubiera visto, o mejor dicho, leído en alguna parte.

Traté de buscar información mientras veía como trasladaban el cuerpo de Rolando a la Morgue, y al mismo tiempo, se llevaron a la mujer a la comisaría para ser procesada. No entendía lo que pasaba, la policía no quería dar mucha información. Me comuniqué con mis contactos, los cuales me revelaron los supuestos hechos. Al parecer la mujer vivió un tiempo con Rolando en su casa y fue ella quien lo asesinó. ¿Pero cómo puede ser? ¡Lo he visitado varias veces estas últimas semanas y a ella nunca la he visto!

A la mañana siguiente, el enigma sobre el caso de Rolando se esclareció escabrosamente, dejándome espantado sin encontrarle sentido a lo ocurrido. Aquella mujer con aspecto tan familiar se llamaba Irene; como la protagonista principal de la novela. Había confesado que había matado a Rolando por haberla engañado y publicado el libro. Sus últimas palabras ante las autoridades fueron:

«Pensé que me amaba, pero me engañó, solo quería ganar dinero con mi historia.»