Reencuentro casual —Relato corto

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Lo que está ocurriendo roza lo inaudito. Mi viaje estaba programado para las 8:00 PM, pero acabé saliendo a las 11:15 porque una serie de protestas habían causado bloqueos en todas las vías principales.

A las 12:32 PM recibí una llamada de un número que no conocía, pero la voz que escuché al contestar pude identificarla de inmediato. Aunque han pasado cinco años desde la última vez que interactué con ella, la reconocería siempre.

Ella supo, por una publicación que hice sin pensar que podría verla, que mi viaje iba en dirección a su ciudad. No hace falta explicar que quería verme. Yo también lo quería, pero los planes me negaban la posibilidad de complacernos.

Se supone que debo llegar en la mañana para asistir a una convención donde presentaré mi trabajo, y los retrasos empezaban a hacerlo complicado. Para poder llegar al destino, el autobús tuvo que tomar una vía alternativa.

Ella entendió mis motivos. Su trabajo también se oponía a permitir que nos reuniéramos. Noté ese tono de decepción cuando me dijo que «tal vez otro día» podríamos vernos. El mismo tono que escuché cuando me contó que se iría de la ciudad donde crecimos.

Dormí intranquilo pensando en ella, en el resto del camino y los detalles del evento. Debía reunirme con ciertas personas, presentarme en un escenario y hablar ante un numeroso público. Siempre se me ha hecho complicado hacerlo a pesar de que pretendo muy bien lo contrario.

Y esto es demasiado importante. Es un paso más para impulsar mi carrera. Me costó mucho conseguir llegar a este punto. ¿Qué pasaría si no logro llegar a tiempo? Esa pregunta crecía abusivamente entre mis ideas, pero ella crecía con más fuerza.

Dormí, a pesar de eso y de la rigidez del asiento que me obligaba a tener las rodillas levantadas. Desperté antes del amanecer, y al revisar mis mensajes me encontré con la noticia de que el evento había sido retrasado para el día siguiente porque menos de la mitad de los presentadores podía llegar a tiempo.

Nadie podía prever que solo llegarían aquellos que vivían relativamente cerca, en el extranjero o que tenían un aeropuerto en su ciudad. La situación política empezó a ponerse difícil hace apenas una semana. Podían cancelarlo, pero eso significaría una enorme pérdida monetaria.

Ahora estoy sentado en una banqueta en medio del terminal. Escucho música ambiental que es más bien una versión instrumental y ralentizada de un tema de Miley Cyrus. Son las 8:45, estoy en una ciudad desconocida y el hambre me está poniendo de mal humor.

No hay tiempo para pensar en comida saludable. Quiero frituras, una enorme gaseosa, y por Dios, necesito mover las piernas. La tarea sería sencilla. Hay una decena de opciones para escoger en este terminal. Camino hacia la más cercana.

En el quiosco tienen un televisor encendido sintonizando las noticias. Esa calle es muy cerca de donde yo vivo. Están reprimiendo una protesta con lacrimógenas. La presentadora afirma que son casos aislados. ¿Cómo casi nadie puede llegar a tiempo a la convención por casos aislados? Ella pestañea dos veces al decirlo. Sabe que miente.

Necesitaba el sabor de una empanada llena de salsa tras un sorbo de malta. Con cada mordisco me olvido de mi situación y solo pienso en lo que como. La señora que me atiende es tan amable. Le pagaré con propina.

Ya con el estómago presumiblemente lleno, me toca pensar con claridad. Son las 9:03. ¿Qué se supone que haga? Hay una ciudad entera que no conozco fuera de este terminal, y una joven que sí conozco en algún lugar de ella.

No dejo de pensar en que tengo la oportunidad perfecta para verla de nuevo. De alguna forma, parece que todo se ha configurado para eso por algún poder divino. Hago una llamada. Ella no contesta. Debo dejar de creer en tonterías.

Tiene que haber algo para hacer en el día y un hotel para pasar la noche. Pero al revisar el mapa, no encuentro más que restaurantes y centros comerciales. Hay un parque a media hora de aquí, pero no me causa interés.

Tal vez necesite caminar y decidir mientras observo. Tomo mis auriculares, pongo algo de synthwave y me dirijo hacia la salida. La música se corta y suena el tono de llamada. No puede ser nadie más. Es ella.

—Hi —dice esa sedosa voz. Ambos quedamos en silencio.

Hola.

—The convention was delayed. I’ll be here for today and I have nothing to do. Maybe…

La convención se retrasó. Estaré aquí por hoy y no tengo nada que hacer. Quizás...

Ella me interrumpe— I’ll be free at 3 PM.

Estaré libre a las 3 PM.

—Great. I guess I have to find something to do during the next six hours.

Genial. Supongo que debo encontrar qué hacer por las próximas seis horas.

—Yes… I guess. Do you still like skating?

Sí… supongo. ¿Todavía te gusta patinar?

No he tocado una patineta desde hace mucho. Creo que fue un mes después de que se fue.

—I can try, but I don’t know if I can do the same tricks I used to.

Puedo intentarlo, pero no sé si puedo hacer los mismos trucos que solía hacer.

—There’s a skatepark close to me. We can meet there later. A mall is right behind. I believe you will like the place. Let me send you the address.

Hay un skatepark cerca de mí. Podemos encontrarnos allí más tarde. Un centro comercial está justo detrás. Creo que te gustará el lugar. Déjame enviarte la dirección.

—Seems good.

Me parece bien.

—I must go back to work —dijo ella.

Debo regresar al trabajo.

—I know. See you later —le repliqué.

Lo sé. Te veo más tarde.

—Yes… See you later.

Sí… te veo más tarde.

Ella colgó. Sentí opresión en mi pecho. No tenía más remedio que esperar la dirección y visitar ese lugar. Muchos recuerdos vinieron a mi cabeza. Y de repente, me puse a reflexionar lo que dijo.

Yo le enseñé a montar una tabla. Ella me vio aprender lo que le enseñé en primer lugar. Por supuesto que siempre ha relacionado el skateboarding conmigo. Ha estado yendo al trabajo una y otra vez, cada semana, viendo un escenario que asocia con los momentos que vivimos juntos.

Es curioso. No he pensado en ella en mucho tiempo y ahora no puedo dejar de hacerlo. ¿Será que siente lo mismo? ¿De qué sirve de todas maneras? Ella volverá a su rutina y yo volveré a la mía. Esto solo será un encuentro casual de dos amigos que no se ven hace mucho.

Para pasado mañana cada uno estará en una ciudad diferente y seguiremos nuestra vida para volver a dejar de pensar en el otro. Pero en algún momento, cuando ella pase frente al skatepark, acabará pensando en mí. Acabará recordando el día de hoy. ¿Cuánto tiempo durará ese síndrome de abstinencia?

Estoy en el lugar. Es mucho más bonito de lo que esperaba. Hay unos chicos al frente haciendo unos trucos y un par pasa a mi lado fumando marihuana. Me siento un extraño. Creo que ya no pertenezco a este tipo de lugares. La ciudad se ven realmente tranquila. No pareciera que el resto del país está en caos.

Quiero comer de nuevo y todavía no es de mediodía. Voy al centro comercial. Hay una llamativa heladería que vende esos cremosos helados de yogurt que pagas por peso. Me preparo una grosera ración de helado de fresas con chispas, galletas y gomitas. Mi pecho se siente menos oprimido.

Almuerzo a la 1:23 PM. Paseo por todo el mall. Hay un acuario en el segundo nivel. Pasé treinta minutos viendo como un tiburón daba vueltas y un pez colorido solo abría y cerraba la boca. Subí un nivel. Compré unos doritos y una gaseosa de naranja. Miro el reloj y por fin, son las 2:41.

Alcanzo el skatepark y con precisión absoluta ella me llama a las 3:00 PM. Me dice que viene en camino y de inmediato mi respiración se hace pesada. Mis manos no deberían sudar estando tan frías. Ella no cuelga. Yo tampoco. La escucho caminar por siete minutos y luego me dice:

—I see you.

Te veo.

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