Fraternamente — Poema

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Llevaba el viento las tiernas voces
de un firme coro en dueto
regalando música y gracia para una audiencia
que prontamente ya no les reconoce.

Vi llegar el día en el que ese lazo que se formó durante toda mi vida se extendió fuera de las fronteras de nuestra tierra. Durante tantos años, compartimos la mayoría de nuestras experiencias y aprendimos reiteradamente las mismas y necesarias lecciones. Así crecimos, lado a lado, pero nada es eterno.

Con el tiempo se hacía más evidente que nuestras rutas paralelas no se dirigían al mismo destino. No era natural de esa manera. Con la llegada de la adolescencia se acentuó la distancia entre las actitudes. A pesar de las importantes coincidencias, las perspectivas nos dieron paisajes muy diferentes ante los mismos parajes. Mi hermano mostraba mayor foco y carisma. Yo mostraba mayor firmeza y carácter.

No hubiera querido que aquello fuera motivo de tantas disparidades. La falta de acuerdo se hizo regular. Tiendo a pensar que demasiado. Los círculos sociales nos aislaban mientras eso sucedía. Si se hizo una gran pelea de algún mínimo debate, al final todo acababa en una tregua. No vimos entonces cuan estériles eran. Fueron un innecesario desgate.

Todo eso estaba bien. mbos nos esculpimos a imagen y semejanza de lo que el mundo nos hacía sentir con nuestras exploraciones particulares. Vivíamos en la misma casa, pero en mundos que progresivamente lucían más diferentes. Pese a eso, quien nos viera juntos aunque fuera por un instante, podría concluir sin problemas que nosotros éramos hermanos.

La adultez presentó nuevas realidades. Los asuntos parecían, y se habían hecho, mucho más serios. Yo afronté la universidad con mucha seriedad y algo de prisa. Pero para cuando llegó su turno, ya me había dado cuenta de que nada era tan sencillo. Entonces la brecha se hizo más amplia, hasta que el deber laboral nos hizo ir de nuevo al mismo ritmo. O al menos eso parecía.

No tuvimos entonces la apreciación clara de lo que estaba ocurriendo, ni supimos valorar algo que debía ser tan gratificante. Eran días sumamente complicados, pero estaban lejos de ser tan desafiantes como los que nos aguardaban un poco más adelante. Habían sueños que perseguir, y cada uno buscó lo que deseaba, pero la vida se empeñó en desviarnos del camino. Nada es seguro hasta que no se haya cumplido.

Antes de darnos cuenta, estábamos en otra ciudad, apoyándonos como nunca, y enfrentando el monstruo que pretendía doblegarnos hasta sumergirnos en el conformismo. Pero me alegra decir que no tuvo éxito. Logramos correr a la seguridad de nuestro techo algo heridos, pero con mucha más fuerza. Y luego de eso entendimos lo que había ocurrido.

Tal vez pudimos aprovechar mejor el tiempo, pero se hizo lo mejor en aquellas circunstancias. Cuando llegó el abrazo que selló el momento de su partida, ya estaba bien pulido ese amor fraterno. Hoy sigue brillando mientras no dejo de percibir un espacio hueco, con ganas de fundirnos en un nuevo abrazo y un diferente tipo de silencio.


Un telón cae en el interludio
y solo queda algo seguro:
siempre cantarán con pasión en tributo
a la mujer que les dio las partituras.

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