"I think I'm being followed!" -The girl motioned for him to be quiet:

“The doctor says you can't talk, Dad, please.” -She spoke to reassure him.

No. Really, ever since I fell, someone started following me. I think it's here, in the room,” he said desperately, and his eyes widened as wide as they could, looking from side to side. I knew she was talking about me and that it was the precise, just, punctual moment for her to see me, that her time had come, but what the girl said, stopped me:

"Calm down, daddy, please! I already lost my mother and I don't want to lose you,” she took the man's hands and with her hands, made the image of a prayer. Then I remembered the girl: that pained face was familiar to me. Then I decided to leave the room. I would have time to come back and show my face to the man. There would be time to catch up with him, but for now I would let him live.

All images are free of charge and the text is my own, translated in Deepl

I must say that this @agmoore Trapped re story was inspiration for my fiction story this week: death doesn't always win. Sometimes it leaves empty-handed.

Thank you for reading and commenting. Until a future reading, friends

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El perseguidor
Desde el mismo momento que cayó por las escaleras, yo me puse a su lado. Incluso, antes de que llegaran los vecinos y llamaran a emergencia, yo estaba con él. Dentro de la ambulancia, en el traslado al hospital, con los paramédicos reanimándolo, lo miraba detenidamente, esperando cualquier señal de su cuerpo, de sus ojos, de su pecho.

Luego, cuando lo llevaban por el largo pasillo de paredes blancas, yo también lo acompañé. La camilla hidráulica se deslizó rápidamente, por emergencia, llevada por médicos y enfermeras que corrían y controlaban los signos vitales. Como aquellos pasillos eran conocidos para mí, me detuve en una esquina a esperar y fue cuando escuché:

_¡Se nos va, se nos va!. –de manera precipitada conectaron aparatos, máquinas y yo volví a ponerme cerca de su costilla, del lado del corazón, para que me viera. Él abrió los ojos y por un momento pensé que me había visto. Sus ojos y su boca tenían la típica mueca de la sorpresa. A su alrededor un médico conectaba un desfibrilador y enviaba descargas eléctricas, una y otra vez a su pecho. Fue tan rápido el actuar de los que estaban allí, que vi cómo el pecho de él volvía a subir y a bajar, de manera, lenta, casi imperceptible, como si fuera un pequeño hilo de vida lo que cruzaba aquellos pulmones. Un pitido intermitente y líneas que subían y bajaban en el monitor que estaba conectado a él, me indicaban que debía esperar.

Más tarde, en la oscuridad de la habitación, mis manos frías y pálidas rozaron su frente y sentí que mi palidez y mi frialdad pasaban a él. Aquella sensación de poder me gustaba tanto, así que detuve mis manos en sus manos, como para que él tomara mis dedos, como para que se uniera a mí, como para se sujetara a mi presencia. Su pecho se agitó rápidamente y escuché el tropel de gente que entraba nuevamente a la habitación.

No vi cuando la chica que tiró los libros al piso, llegó. Su llanto desgarrador, me hizo voltear a verla. Creí haberla visto antes, pero dónde. En su cara estaba la sombra de la preocupación, pero también la de la tristeza. Preguntaba insistentemente:

_¡Por favor, déjenme verlo, déjenme entrar! –suplicaba la chica ante un grupo de personas que le impedía el paso.

_¿Quién es usted? –preguntó el médico con una voz impersonal.

_¡Soy su hija! –respondió con una voz afectada- Cómo está mi padre, por favor, dígame. –se acercó al hombre de blanco que intentó calmarla.

_Si se calma, podrá entrar a verlo. Está en observación. No lo haga agitar ni le saque conversación –la muchacha asentía a todo. Después, los dos caminaron y entraron por una puerta que decía: No pase. Paso restringido.

Ya dentro de la habitación, la muchacha le tomó las manos al hombre y él abrió los ojos. Lo primero que dijo fue:

_¡Creo que me están siguiendo! –la muchacha le hizo un gesto para que guardara silencio:

_El médico dice que no puedes hablar, papá, por favor. –habló para tranquilizarlo

_No. En serio, desde que me caí, alguien comenzó a seguirme. Creo que está aquí, en la habitación –expresó de manera desesperada y sus ojos se abrieron al máximo mirando de un lado a otro. Yo sabía que estaba hablando de mí y que era el momento preciso, justo, puntual para que me viera, que había llegado su hora, pero lo que dijo la chica, me detuvo:

_¡Cálmate, papito, por favor! Ya perdí a mi madre y no quiero perderte a ti –tomó las manos del hombre y con sus manos, hizo la imagen de un rezo. Entonces recordé a la muchacha: aquel rostro dolido, era conocido para mí. Entonces decidí marcharme de la habitación. Ya tendría tiempo de volver y mostrarle mi rostro a aquel hombre. Ya habría tiempo de alcanzarlo, pero por ahora lo dejaría vivir.