Soy la responsable de capitanear el barco familiar, de guiar el rumbo y la velocidad, de una familia monoparental, conformada por una maravillosa hija y una apreciada hermana, condicionada por una discapacidad mental. En el pasado, cuando papá y mamá vivían, fueron un bastión de luz en mi camino, inagotables fuentes de amor y comprensión, tesoros de experiencia y saberes, siempre dispuestos a apoyar, incansables para dar y humildes para recibir, amor bonito y sincero, pero dicen por ahí de lo bueno poco, ambos ya están en otro nivel de existencia, primero partió papá y poco después mamá, su compañera inseparable.

Por lo que, desde hace ya algunos años, penden de mí, todas las responsabilidades y decisiones de nuestra familia, realmente es difícil, arduo y neurálgico, he tenido momentos de considerable flaqueza, llenos de bretes, donde no he encontrado la claridad y fluidez necesaria, para asumir con intrepidez la caótica y desmedida cotidianidad, cansina y agotadora, distanciándose la tan ansiada y necesaria mesura. Mi firmeza se vio por momentos opacada y eclipsada, no estoy sola, nadie lo está, soy afortunada de contar con amigos valiosos, verdaderos seres de luz en mi camino, pero hay aspectos muy propios, privativos y exclusivos, reservados a personas concretas y que ya no están en mi vida.

Es en la avanzada noche cuando ya todo está en calma, que desde la mismidad, me taladran los pensamientos, exigiéndome disertar con mis miedos e incertidumbres, emergiendo mis imperfecciones, esas que me hacen más humana y perceptible. En ocasiones las tertulias se vuelven tornadizas, con indiscutibles dilemas, estampas ensimismadas de mi corazón atribulado, momentos de introspección que me llevan a tocar fondo, corroyéndome el desasosiego y la preocupación. No es una rutina, pueden ocurrir disímiles expresiones y manifestaciones, por el deseo desmedido de encontrar respuestas para deletrear los acertijos, con afán hurgo en los tiempos pasados, de seres queridos vitales para mí, como resultado estallan las fragancias del ayer, trajinando en un ir y venir las sensaciones de cobijo, aquellas que un día me acariciaron y hoy se marchitaron, sin embargo, se perciben tan vivas y reales, que vibran mis sentidos y brotan las cavilaciones.

Viajo por la vida llevando en mi mochila dos miedos recurrentes, van acompañados de incertidumbre y tiempo, reflexiono sobre ellos asiduamente desde la humildad y la paciencia, hoy en este encuentro los comparto con vosotros, son mi economía y el miedo a dejar esta existencia antes de tiempo. Con respecto a la economía, trabajo para generar el sustento necesario ante eventualidades, es más factible de superar, pero el miedo a no existir anticipadamente es una preocupación constante, la razón es la dependencia absoluta de mi hija y hermana.

Recientemente, ocurrió un hecho que exacerbó mis inseguridades, alimentando mis miedos, a mediados de enero de este año, mi hermana en una acción desequilibrada, me empujó por detrás, sin tiempo a reaccionar, siendo la caída inminente, ejercí todo el apoyo de mi cuerpo sobre mi mano derecha, las consecuencias llegaron de inmediato, dolor y deformidad visible, el diagnóstico: fractura del antebrazo, del tercio distal del cúbito y radio del miembro superior derecho. En segundos todo había cambiado, no podía valerme por mí misma, ni cuidar de los demás, la ayuda no tardó en llegar, pero he de ser sincera durante mi discapacidad temporal, los días se convirtieron en años, muchas noches lloraba a escondidas, estaba en la zozobra de posibles secuelas y limitaciones, fueron días agobiantes y de mucha reflexión. Ahora recuperada, aun en rehabilitación, por algunas limitaciones para escribir, pero ya en sintonía con mis actividades, entre ellas la creación de contenidos, agradecida a la vida.

Estoy intimada y es parte de mi praxis terapéutica la cavilación asidua, mis recorridos cognitivos, no alcanzan la consumación de un final, en antípoda viajan a menudo en la recursividad de lo vivido, de lo andado y de las acciones realizadas, con el arbotante de la abstracción interior del ser insondable, necesario para repensar y rehacer mi inacabado propósito existential, vital para los míos y para mí. Las reflexiones, desde la mismidad, representan el escrutinio franco, sin disfraces ni embozos, en constante construcción y desarrollo, en hermeneusis.