El Teleférico de Caracas

Caracas, la ciudad donde nací, está rodeada por una imponente montaña. Aunque hay quienes lo llaman por su nombre indígena, Waraira Repano, los caraqueños la llamamos Cerro el Ávila. Precioso, de un verde de muchas tonalidades que va cambiando a través del día de acuerdo al movimiento del sol, es el paisaje que acompaña día a día a los habitantes de la capital de Venezuela.

El Teleférico de Caracas fue inaugurado en el año 1955. Parte desde la Estación Maripérez a 995 metros sobre el nivel del mar hasta la estación Ávila, a 2105 metros. En 1977 sufrió una avería grave por lo cual dejó de funcionar durante varios años y entró en servicio nuevamente en el año 2001. Actualmente el sistema está en manos del Estado, bajo el nombre de Sistema Teleférico Warairarepano.

Escogimos el primer fin de semana del año para visitar el teleférico y, entre otras cosas, tener la oportunidad de disfrutar la imponente vista de la ciudad desde el Cerro el Ávila. Quizá era preferible escoger otra fecha dada la cantidad de personas que querían subir ese día, por estar finalizando la temporada de vacaciones decembrinas, pero al mismo tiempo, esa es la época del año cuando la luz del sol hace ver al Cerro más hermoso y realmente el tiempo era fantástico, así que decidimos armarnos de paciencia y esperar nuestro turno en la larga cola, primero para la compra de las entradas y luego para montarnos en la cabina que nos llevaría a nuestro destino. A pesar de la espera, la atención agradable del personal del teleférico y el fresco clima del enero caraqueño, hicieron nuestra espera más llevadera.

Al acercarnos a las cabinas, que se desplazan sin descanso por un sistema de guayas, nos ubican a cada uno sobre un número para pasar ordenadamente a la cabina, con una capacidad para ocho personas, y que se encuentran en impecable estado. Con paredes de vidrio por los cuatro costados, las cabinas permiten una perfecta visión de la naturaleza que nos rodea y de la ciudad de la cual nos vamos alejando. El recorrido desde la Estación Mariperez hasta nuestro destino, la Estación Avila, dura aproximadamente quince minutos, durante los cuales disfrutamos del paisaje, de la variada vegetación de la montaña, y la preciosa vista que ofrece la ciudad de Caracas, a medida que ganamos altura sobre ella.

Arriba nos esperan numerosos locales de comida rápida, donde los preferidos por los turistas son el chocolate caliente, los sándwiches tipo “pepito” y las criollas cachapas con queso. También cuenta con un hermoso y lujoso café llamado Páramo, donde se pueden degustar delicias dulces y saladas y variedades de cafés, aunque a precios un poco más elevados. Para los amantes de los dulces existe la oportunidad de saborear unas deliciosas fresas con crema y diferentes tortas y dulces típicos venezolanos. Me agradó la limpieza y esmerada atención que encontramos en los diferentes puestos de comida que visitamos durante esa tarde. Por otra parte, artistas callejeros amenizan el recorrido.

En el recorrido de la cima del Avila, se puede observar, por un lado, la ciudad de Caracas, y por el otro, el mar Caribe, pues el Cerro el Avila separa a Caracas del puerto de La Guaira. La vista de ambos lados es hermosa y bien vale la pena el paseo para verla. Al final del sendero encontramos el imponente Hotel Humboldt. Construido en la etapa inicial del teleférico, el Hotel se ha convertido en símbolo de nuestra ciudad, pues puede verse fácilmente desde cualquier punto en un día despejado. Aunque ha sido remodelado, el acceso al púbico se encuentra limitado.

Cerca de la estación del teleférico, se puede tomar un Jeep para el hermoso pueblo de Galipán, donde se encuentran sus famosos sembradíos de flores y se puede disfrutar de restaurantes y hospedajes para disfrutar del ambiente campestre cerca de la ciudad. Algunos de ellos ofrecen menús de tipo Gourmet.

A nuestro regreso debimos hacer de nuevo cola para el traslado a la ciudad, esta vez avanzamos más rápido. Al montarnos en la cabina nos espera una última sorpresa: se ha hecho de noche y la vista que nos ofrece la ciudad es espectacular. Bien valió la pena las largas esperas de ida y regreso sólo por esos minutos de paz observando las hermosas luces de mi ciudad natal.

Definitivamente, el teleférico de Caracas es uno de esos lugares que bien vale la pena visitar.

Todas las fotografías fueron tomadas con el celular.
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