Meditando en el valle de mis pensamientos, logro divisar un punto muerto en la lejanía, callado, quedo, en mi rincón olvidado, se me acerca y yo salgo de allí. Veo las paredes de mi cuarto y algo pesa. Estoy sola, en silencio, salgo de mi cuarto, recorro cada rincón de mi hogar escuchando y sintiendo la nada. Nada, ni una respiración, me inunda el desespero, la agonía y me siento en el piso, el silencio; presagio del mal, me persigue, me arrastra, trato de escuchar mi respiración y no hay nada, trato de hablar y nada, me persigue como un mal sueño, me angustia como nada en el mundo, salgo a la calle y no hay nada. Silencio.
Me marea, me consume, me inquieta, corro por las calles buscando ayuda, la nada me persigue, me corroe, me asusta y me consume, intento escuchar mis pasos pero no hay nada, como si fuera una pluma en el viento, intento correr pero solo subo, me levanto como una hoja y sigo subiendo y corriendo. Cuando al fin retorno a mi morada, logro divisar el punto negro de mi rincón olvidado; mi cuerpo marchito.