Incluso la Arquitectura, que hasta tiempos relativamente modernos se mantuvo fiel a los inmemoriales tratados de Vitrubio, se dejó influir por esa corriente de peregrina aventura, que al grito de ‘Santiago y cierra España’, marcó un auténtico hito espiritual en Occidente, reabriendo las viejas rutas y caminos.

De igual manera que los palmeros que se dirigían a Jerusalén adoptaron la palma como símbolo de veneración, los peregrinos que se dirigían a Llibredón, la actual Compostela, adoptaron como símbolo de distinción la concha o venera, desde el momento en el que la leyenda situaba la arribada del cuerpo del Apóstol Santiago a las costas de Galicia.

La concha o venera, símbolo también al que recurrieron los grandes artistas del Renacimiento italiano, como Sandro Botticheli en su famoso cuadro ‘El nacimiento de Venus’, pasó a formar parte, no sólo del atuendo que distinguía al peregrino, sino también de ese espíritu alegórico que caracteriza, sobre todo a la estatuaria de muchas construcciones de época.

Posiblemente, la más conocida sea la salmantina Casa de las Conchas, situada en el casco viejo de la ciudad, a escasa distancia de la catedral, pero aparte de ésta, son notables, además, la casa que lleva el mismo nombre, situada en el barrio de San Roque de ese encantador pueblecito de la costa asturiana, Tazones, a donde arribó, llevado por una tormenta, el emperador Carlos I de España y V de Alemania, y la madrileña Casa de Allende, precioso edificio situado en la popular Plaza de Canalejas, esquina con la Carrera de San Jerónimo.

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