En Shanghái nos dijeron que nos llevarían a comer un delicioso Pato Laqueado, lo que no sabíamos es que entraríamos a un sitio que parecía sacado del mejor set cinematográfico.
Al cruzar la entrada, toda imagen de la China exterior desapareció para dar paso a un hermoso jardín que parecía transportarnos a otra época. Los caminos, los árboles la música y toda la gente que trabajaba ahí olían, se veían y vibraban como China al 100%. Al entrar, el impacto fue fantástico, sin embargo, de inmediato sentí el temor de lo que antes me había pasado en Epcot Center cuando visité los pabellones de los países que me hicieron sentirme en una película de Walt Disney. Especialmente cuando estuve en el pabellón de México y me pareció una caricatura del país en el que vivo.
Aquí las cosas eran distintas, no eran empleados extranjeros que estaban vestidos de chinos, más bien... eran chinos. Los músicos eran locales, los cocineros, cada artículo usado era parte de su cultura y eso se percibía.
Te comparto algunas imágenes de la experiencia.
Fue tanta la emoción de todo lo que miré y escuché que la comida pasó a segundo término. Caminar el sitio y ver a toda la gente en acción, todos y cada uno de los empleados moviéndose como en una ciudad y una dimensión distinta a la que yo estaba, era como estar dentro de un gran set siendo parte de una película. Sin duda, ver la grandiosidad actual de varias ciudades chinas fue excelente, pero entrar en este espacio y vibrar con su gente y su cultura de una manera que resultaba íntima me pareció algo digno de recomendar a todo aquél que algún día visite oriente y especialmente, China.
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Un fuerte y cálido abrazo para todos.
Guido Rosas