En el pueblo La Espina Dorada vivía un principito al que le llamaban "pies descalzos" pues no le gustaba calzarse en ningún momento, le encantaba sobre todo jugar en el bosque sin sus zapatillas, a su mamá la reina no le gustaba esas manías de su hijo pues temía que se hiciera daño al no protegerse sus piecitos.
Un día el principito pies descalzos salio a jugar como de costumbre al bosque, disfrutaba corretear libremente por él y montarse en los árboles, de pronto vio unas grandes naranjas que colgaban de un gran árbol y le provocaron tanto que sin pensarlo dos veces se monto para agarrarlas cuando estuvo a punto de tomar la primera se cayo al suelo sin percatarse de que este estaba cubierto de muchas ramas secas y espinosas del naranjo ¡oh pobre principito se llevo una dolorosa sorpresa al querer levantarse y pisar las espinas filosas de las ramas! en seguida se soltó a llorar del dolor que sentía y del miedo que lo invadía al verse solo en medio del bosque y sin poder caminar; de pronto escucho una carreta que se acercaba, era un aldeano que al verlo en seguida lo reconoció y lo ayudo a montarse en la carreta y lo llevo hasta el palacio.
Al llegar su madre lo recibió toda asombrada y acongojada por lo sucedido, en seguida le lavo sus piecitos y saco las espinas, el principito entre soyosos le prometió a su mamá que desde ese día no la desobedecería más y usaría sus zapatillas y que tendría mas cuidado al jugar en el bosque, desde ese momento el principito pies descalzos obedeció más a su mamá y tomo sus consejos mas enserio.
