Y no pasa nada

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Esta semana hemos escuchado al ministro del Interior asegurar que la destitución de Pérez de los Cobos, por no facilitar el informe presentado ante la jueza en la investigación del 8M, se había producido por pérdida de confianza y que, incluso, esto suponía un impulso para el cuerpo. Después conocimos por un informe de la Guardia Civil, los auténticos motivos que llevaron al ministro a tomar esta decisión. Lo último fue directamente, decir en sede parlamentaria que él no lo había cesado, alegando como argumento que la destitución iba firmada por el Secretario de Estado, a propuesta de la Directora General.

También esta semana, hemos conocido las declaraciones de la ministra de Igualdad, donde reconocía que en la manifestación del 8M trataba de que la gente no tocara sus manos y remarcaba que países de nuestro entorno no estaban consiguiendo frenar el virus ni aun si quiera tomando medidas drásticas. Por si fuera poco, quizá para rebajar tensiones en torno a su persona, se lanzó a afirmar que el Partido Popular había llamado al Ejército a levantarse.

Todo esto, solo días después de escuchar al ministro de Consumo asegurar que el turismo es un sector con poco valor añadido en España, o a la vicepresidenta Ribera decirle a los hosteleros, que “si no les salen las cuentas, pues que no abran”. Tampoco deberíamos olvidar a la vicepresidenta Calvo y su explicación de la crisis del Covid19, calificada en aquella intervención como “un problemón del demonio”: “Nueva York, París, Teherán y Pekín están aproximadamente en línea recta, en horizontal en el mapa, a diferencia de otros países que están por arriba o por abajo”.

Podríamos también acordarnos del ministro de Universidades diciendo que él no ostenta tal cargo, sino el de ministro “para” las universidades, porque “las competencias están transferidas”. Otra mención, la merece la ministra de Trabajo, que presumía de la cifra histórica de prestaciones por desempleo, como si de un indicador positivo se tratase.

Otro ejemplo de primer nivel lo encontramos en la nueva Dirección General creada a medida para el mejor amigo de Pedro Sánchez, a 90.000 euros de sueldo y que, para cuyo nombramiento, se alega la excepcionalidad legal que permite, en caso de no encontrarse funcionario alguno apto para el cargo, designar a alguien que no lo sea. Van 27 excepciones.

Muy lejos, pero sin duda importante, nos queda ya la cronología de Ábalos y la vicepresidenta de Maduro, con las infinitas versiones y contradicciones dadas en la llamada trama del DelcyGate y las nulas dimisiones que aquello acarreó.

En un segundo plano han quedado ya los bailes de cifras de fallecimientos que aporta el Gobierno. Un día desaparecen 2000. Otro, la Comunidad de Madrid reporta 11, pero Moncloa celebra que no ha muerto nadie. Simón habla de 28.000, mientras el INE anota 48.000. Todo un despropósito sin el más mínimo respeto que requiere al tratarse de lo que se trata.

Llegados a este punto, no mentiría si dijera que cada anuncio o decisión del Gobierno, cada comparecencia, cada respuesta o cada simple intervención parlamentaría va dejándose por el camino una parte de la poca credibilidad con la que ya partía el Ejecutivo al comienzo de esta crisis, que va camino ya de alcanzar niveles jamás imaginados.

Y no pasa nada. Esta es sin duda la coletilla con la que terminan las conversaciones críticas con la acción de este Gobierno. Y no pasa nada, porque ya estamos anestesiados ante tantos atropellos. Porque ya nada puede sorprendernos. Porque nos hemos acostumbrado a que la mentira, el engaño, la opacidad y los ataques, sean lo habitual en el ejecutivo de Sánchez. Y es que esto les supone una auténtica victoria en la creación del relato. Han logrado rebasar el umbral de saturación: a mayor gravedad del escándalo, es ya imposible una mayor respuesta, porque la máxima ya se alcanzó.

De manera inconsciente, los escándalos políticos ya nos parecen menos graves de lo que son. Prueba de ello, es que al terminar de leer esta recopilación, quizás no hayas echado en falta una mención al día en que el Vicepresidente del Gobierno de España acusó a la oposición de querer dar un golpe de Estado y le espetó aquello de «cierre al salir» en la comisión para la reconstrucción, la unión y el diálogo entre partidos.

Para acabar, y como resumen perfecto de todo este entramado de escándalos, podemos remarcar que el sustituto de Pérez de los Cobos, de rango inferior, era casualmente el jefe de la Unidad Fiscal y Aeroportuaria la noche del aterrizaje de Delcy Rodríguez en el Aeropuerto de Barajas. Todo un acierto en el intento, si es que lo hay, de rebajar la tensión en torno al equipo de Sánchez e Iglesias.

Mayo 2020.

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