Controlado o desmedido: ¿cuál es tu forma de amar?

¿Cómo eres a la hora de iniciar una relación amorosa?

Hay tantas formas de amar como personas en el mundo, porque cada quien ama como puede, como quiere y como le nace. Como tantas otras veces, la intención de este post es reflexionar sobre el tema, hacer preguntas más que encontrar respuestas, plantear situaciones que llaman mi atención y compartir mis observaciones, propiciando el intercambio de puntos de vista, de expreriencias. Por una cuestión de espacio y de formato, me concentraré sólo en dos formas, más o menos identificadas, en la que los seres humanos manejamos nuestros sentimientos amorosos.

Puede aplicarse para cualquier tipo de amor y cualquier tipo de relación (pareja, familiares, amigos). Por eso, aunque es más común que se utilice el término amor para referirse al contexto romántico, trataré de dar también ejemplos más amplios, más generales. Pongamos primero esta situación: una persona comienza a sentir algo especial por otra, se está enamorando inevitablemente y llega a un momento crucial. ¿Puedo amarle? ¿quiero amarle? ¿me ama? ¿es buena idea llevar esto más adelante? La mayoría de las personas no nos hacemos estas preguntas, impulsados por el sentimiento amoroso y las prisas de los nuevos inicios, no pensamos, sólo nos dejamos llevar, pero lo cierto es que, aunque no lo hayamos analizado, luego nos afrontaremos a esa relación, a ese amor y lo disfrutaremos y padeceremos, por lo general, de una de las siguientes dos maneras.

La primera: con reservas. Cuando se ha sufrido previamente, cuando se ha sido traicionado, decepcionado o engañado, existe una inclinación natural a protegerse. "La próxima vez no...", o frases más determinantes como "No vuelvo a amar así" son comunes en personas que han sufrido reveses amorosos, y ¿cómo culparlos? Pensemos en un hijo que ha sido abandonado por su padre. Después de años de sobreponerse a esa ausencia y aprender a vivir sin las cosas que le hubiera gustado haber vivido; en fin, después de que el dolor ha menguado, pensemos que el padre vuelve. Lo más seguro es que el hijo, adolescente o ya adulto, tenga sus reservas, su suspicacia y le cueste volver a confiar. Sin embargo, se trata de su padre, por lo que también hay una pulsión instantánea a querer, a amar. En ese caso, el hijo puede recibir al padre, pero no será como antes, ni se va a entregar completamente a esa relación por el temor de salir herido de nuevo. Es lo que la mayoría piensa que es normal, como haciendo caso a esas señales de precaución que hay en la carretera para no desbarrancarse.

Quizás el ejemplo de padre e hijo no sirva como ejemplo general por tratarse de una relación en la que normalmente hay una obligación a sentir algo. "Claro que lo amo, es mi papá, ¿sabes?". Así que pondré otro ejemplo. Lucía comienza a enamorarse de Gabriela. Tiene una energía diferente, la hace sentir libre y viva, el mundo es más hermoso cuando está con ella y siente algo que no sentía hace mucho tiempo. Sabe que Gabriela gusta de ella, lo ha notado y quiere dar el siguiente paso. El tema es que la última relación de Lucía no terminó bien.

Sufrió mucho y pasó por una depresión posterior que casi la lleva a atentar contra su integridad física. Lucía no quiere volver a pasar por eso. Gabriela no es su ex, pero su ex tampoco era tan asfixiante ni hiriente al inicio y tiene miedo de entregarse plenamente a ese sentimiento porque teme salir herida de nuevo. Quizás no soporte otra depresión. La mayoría le recomendaría a Lucía llevar las cosas con calma, no desbocarse completamente por ese amor, lo considerarían, según la terminología actual, emocionalmente inteligente, porque primero está ella, su amor propio, que también va incluido en esto de amar. Incluso le recomendarían no contarle ciertas cosas a Gabriela, no todavía, no compartir toda su vida de golpe, para no exponerse demasiado y no sentirse vulnerable. De alguna manera, la idea es que le conviene expresar su amor de manera controlada, gradual. Algunos llegarían más lejos y dirían que es mejor no amar demasiado, por si acaso.

Los otros, los incautos, no entienden estas cosas. Poco, mucho, demasiado, son medidas que no consideran. Por eso me refiero a ellos en el título como desmedidos. Son los que no toman precauciones y saltan del avión sin paracaídas, los de "el que tenga miedo a morir que no nazca" y el "con todo, sino ¿pa' qué?". Los intensos los llamarían algunos. Esos seres que se entregan plenamente a cualquier relación, a pesar de haber sido heridos antes y de saber que pueden herirlos de nuevo, aquellos con la valentía de entregarse al punto de exponer su vulnerabilidad ante la persona amada, familia, amigo, pareja. Son devotos del sentir porque lo consideran una expresión más de una libertad que persiguen totalizadora. No se guardan nada y demuestran su amor de todas las formas en que se les ocurre y en el mismo momento. Esos son los que hacen un álbum con fotos para el primer cumple mes, que sienten que la persona que acaban de conocer, en una escena sacada de una película, es el amor de su vida, aunque hayan dicho lo mismo antes y la vida sea una sola. Son, normalmente, seres sensibles que gozan y sufren hasta los límites de lo indecible. Sus alegrías son extáticas y sus tristezas abismales.

Siglos antes de nosotros, San Agustín dijo "La medida del amor es amar sin medida". Claro que se refería al amor como un valor más general, más universal, pero hay gente que ama así, desmesuradamente. Son también miembros de este grupo aquellos que en medio de una pandemia mundial, le dan alojo en su casa a un indigente y a su hijo (algo que un miembro del primer grupo jamás haría) y le ofrecen comida caliente, una ducha y un sofá por un par de noches, sin considerar su exposición al virus o a los riesgos de recibir un extraño bajo su techo; son los que interrumpen su jornada laboral y dejan colgados a los clientes, esperando, porque su madre, su hermana o su mejor amigo les envió un mensaje que dice "urgente"; son los maestros que en ciertas aldeas caminan kilómetros y cruzan ríos para dar clases a cuatro o cinco niños en el aula derruida de una escuela que no puede pagarles sueldo alguno. Son los que están tan entregados, tan comprometidos, tan prestos a todo lo que tenga que ver con sus seres amados (pueden llegar a amar a la humanidad entera), que no reparan en términos como demasiado, exagerado o normal.

Por supuesto que en medio de estos puntos hay un montón de matices y que podemos oscilar por temporadas, siendo más o menos uno u otro, en determinados momentos. Pero nuestra naturaleza suele inclinarse con mayor frecuencia a una de estas dos tendencias. Ya sea una, u otra, vale la pena detenerse a analizar por qué nos consideramos de ese grupo, ¿tendrá que ver con algo que pasó? ¿nos parece más seguro mantener reservas? ¿somos los de "Live fast, die young" y el famoso you only live once y por eso nos parece que hay muy poco tiempo como para no amar con todo? ¿comulgamos con el "si algunos odian sin razón, yo puedo amar de la misma forma" ? En resumen, ¿me considero controlado o desmedido a la hora de amar?

Los leo en los comentarios.

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