The father (Película): el interior de una mente fragmentada

Nominada al Oscar a Mejor Película

A lo largo de los años de los premios de la academia, se han cuestionado muchas nominaciones y victorias, pero siento que en las últimas ediciones se han tomado en cuenta grandes producciones de manera acertada: todas las películas que han sido nominadas recientemente en la categoría máxima de la gala han sido cintas excelentes y este año parece ocurrir lo mismo.

La lista de las nominaciones la lidera la biopic Mank de David Fincher con 10, pero luego hay 6 películas con 6 nominaciones y una de ellas es precisamene la cinta de la cual hablaré en esta oportunidad.
En The Father (El Padre), Anthony (Anthony Hopkins), es un hombre de 80 años con un carácter fuerte, un humor mordaz, algo travieso y sobre todo empecinado con seguir viviendo solo, a pesar de haber demostrado algunas necesidades que requieren asistencia. El padre rechaza todas y cada una de las cuidadoras que su hija Anne (Olivia Colman) intenta contratar para que le ayuden en casa. Anne está seriamente preocupada porque no puede estar atenta a su padre 24/7 y siente que la mente de Anthony empieza a fallar, desconectándose cada vez más de la realidad. El deterioro mental de Anthony no sólo le pesa a él y a su hija, sino también a quienes los rodean.

Si sólo fuese una historia sobre un hombre anciano que padece Alzheimer, tendríamos un gran drama gracias al guión y a las actuaciones de su reparto, en especial la de los dos protagonistas. El talento interpretativo de ambos es conocido y se ve en estos roles, dignos de premios importantes, sobre todo el de el célebre Hannibal Lecter. Pero esta historia es mucho más que sólo una buena historia de vejez y enfermedad.

La película está dirigida por el director francés de teatro Florian Zeller (quien apenas tiene 41 años) y se trata de una adaptación de la obra de teatro Le Père (El Padre) escrita y dirigida por él mismo. Estrenada en 2012, a la fecha se ha estrenado en más de 50 países​ y ha ganado numerosos premios en todo el mundo, pero ¿por qué? ¿qué la hace tan especial? Pues, el gancho que tiene la obra (y se adaptó a la pantalla de tan buena manera gracias a la colaboración de Zeller con Christopher Hampton) es que no somos espectadores pasivos del deterioro mental de una persona. Lo padecemos. Desde el incio de la historia, cuando Anthony llama por el nombre errado a una persona, o cuando recuerda haber dicho algo, o cuando observa un objeto que no debiera estar en ese lugar, nosotros también lo hacemos. Al inicio no sabemos quién es la verdadera Anne, o cuál es su marido actual y nuestra confusión se debe a que el guión y la dirección se confabulan para incluirnos, para introducirnos en la mente de Anthony, ese universo que comienza a desmoronarse cada vez más rápido.

Muchas veces, buscando empatía o reflexionando sobre las diferentes condiciones humanas, nos preguntamos ¿como se sentiría...? y nos toca imaginar, valernos de testimonios ajenos para alimentar nuestro ingenio e intentar recrear esa realidad en nuestra mente. En The Father no tenemos que hacerlo, porque lo vemos en la pantalla. Lo vivimos. Así debe sentirse comenzar a perder la memoria: confuso, frustrante, irritante, inevitable, desconsolador.

Brian Truitt del USA Today dijo sobre esta película:

"Pone al espectador, de forma fascinante, en el mismo estado de dispersión que su personaje principal "

Suscribo cada palabra. Es cierto que no es fácil de seguir, en especial al inicio de la historia, porque la confusión se nos impone y no acabamos de diferenciar la realidad de la fantasía, la vida de los recuerdos, el ayer del hoy, hasta bien avanzada la cinta. Nos sentimos casi tan perdidos como Anthony. Y digo casi porque, a diferencia del personaje interpretado magistralmente por Anthony Hopkins, nosotros sí sabemos que estamos viendo una ficción. Él no. Su suelo se quiebra, su mundo se viene abajo como el colapso de un sueño a punto de terminar (Inception) y no tiene nada ni nadie a quien asirse. Está solo. Nadie puede comprenderlo plenamente. Nosotros, gracias al talento de Florian Zeller, podemos acompañarlo (mis respetos para el director) hasta cierto punto, pero él debe continuar por ese descorazonador sendero de olvido que lo conducirá, más temprano que tarde, al destino definitivo de la muerte.

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