A Computer In The Living Room - Creative Nonfiction [ENG -ESP]


Photo by Joel Overbeck on Unsplash


I always saw lack as an engine for envy. From a young age, we manifest our longings and absences, with things we don't possess. As a child, I was always someone with aspirations that were too high. I wished I had my own room; so spacious and beautiful, with shelves and closets full of electronics, shoes, books, records, and clothes. A bed so wide with a comfortable mattress I could sink into and a bathroom that only I could use.

Ambition was a quality of my child of yesteryear, who was swayed by luxurious things quite easily. Today I can't say that has changed; however, I have learned to value things and not get frustrated because of lack.

Before I was ten years old, I was a big fan of video games and computers. I would watch those TV shows of kids with computers in their rooms and internet access, and in front of their beds, huge TVs connected to a PlayStation or other console. On many occasions, I would watch my dad with a sheepish face to get me to buy a computer, but he would just smile and give me little gestures to forget about it.

“You should go out with the other kids or learn some sport,” he would say, to me it was like he was scolding me. I would look at him sideways, scrunching up my face.

I wish I hadn't said anything to him. I thought as I walked away disappointed.

My self-centeredness as a child was like an unstoppable storm. I believed that every circumstance at the time was against me, and it was worse when I met my neighbor's house.


digital-marketing-agency-ntwrk-g39p1kDjvSY-unsplash.jpg

Photo by Digital Marketing Agency NTWRK on Unsplash


Mr. Oscar's family lived on the corner of our street. They had a huge front porch adorned with white iron fences, lead-papered windows, and gilded, gleaming window frames. Mr. Oscar seemed to be a lover of classical art, for the wall of his front porch was carved with figures simulating battles of Romans against barbarians, or so I imagined every time I passed by.

Mr. Oscar had a son who was the same age as me, Pedro; a very hyperactive boy. I remember he only invited me to his house once on his eighth birthday. When I saw the inside of his house, I was amazed. The huge fish tank is in the middle. The baked clay walls. The huge living room is decorated with spacious furniture and a dream kitchen. It looked like a house from one of those Hollywood movies I used to watch so often and I felt very much at home there.

When it was time to leave, I was sad; it was as if I was being awakened from a beautiful dream. I looked out the window and imagined having a house like Mr. Oscar's, with beautiful spacious rooms, drawers full of records shelves with video games, and two computers with internet access.

Again I watched my father as if the life drained from my body and asked him again, “When will we get a computer?” He again watched me, but this time it was different. He stroked his chin and looked up at the ceiling as if thinking, then leaned over to me and made me sit on the arm of the couch.

“Look, son, we can't afford a computer right now, as we are having some financial problems. I'd like you to have one too, it would help you a lot in your studies, but if things go as I'm planning, you'll not only have one computer in the house but three.”

“Really?” I spat with a huge smile.

“Of course I do, let's have faith that it will. Now, until that time, you have to learn how to use that device first, so I'm going to enroll you in a computer course.”


umit-yildirim-7DUtGd-Snuo-unsplash.jpg

Photo by Ümit Yıldırım on Unsplash


I gasped with excitement. I remember running out to tell my mother. That course was the best thing I could experience in my late childhood. As time went by, my father's business gradually began to bear fruit. He set up his own wholesale business with just a few boxes of various items. As his small business grew, he began to buy new things for the house, including a computer that he left in our living room.

I was happy, although to my dissatisfaction it was not enough, as internet access was needed, but that was quickly repelled from my mind as I saw the changes our home was undergoing.

The bathrooms, our kitchen, living room, and bedrooms were beginning to transform as my father invested even more in the house. At first, I didn't understand it, and felt a slight nostalgia for how our space used to be, I realized in the end, that my only fever and envy for my neighbor, was not because he had a beautiful and huge house, but because he owned a computer with internet access.

Eventually, that began to change. Things were getting better and I finally had a room away from my siblings. As my surroundings changed, I stopped looking at other people's stuff and focused on my own tastes and hobbies. My mentality gradually changed as I ventured further into adolescence, and now the only green grass I craved from others was to have a friendship with common tastes and hobbies.

THE END


Imagen1.png

UNA COMPUTADORA EN LA SALA


Siempre vi la carencia como un motor para la envidia. Desde pequeños, manifestamos nuestros anhelos y ausencias, con cosas que no tenemos en nuestro poder. Cuando era niño, siempre fui alguien con aspiraciones demasiado altas. Deseaba tener mi propia habitación; tan espaciosa y hermosa, con estantes y closets repletos de objetos electrónicos, calzados, libros, discos y ropas. Una cama tan ancha con un cómodo colchón en el que pudiera hundirme y un baño que solo pudiera usar yo.

La ambición era una cualidad de mi niño de antaño, quien se dejaba influenciar por cosas lujosas con bastante facilidad. Hoy en día no puedo decir que eso ha cambiado; sin embargo, he aprendido a valorizar las cosas y no frustrarme por culpa de las carencias.

Antes de cumplir los diez años, yo era muy fanático de los videojuegos y la computación. Veía esos programas de televisión de niños con computadoras en sus habitaciones y con acceso a internet, y frente a sus camas, televisores enormes conectados a una PlayStation u otra consola. En muchas ocasiones observaba a mi padre con cara de borrego para que me comprara una computadora, pero él solo sonreía y me hacía pequeños ademanes para que lo olvidara.

“Deberías salir con los demás niños o aprender algún deporte,” me decía, para mí era como si me regañara. Lo miraba de soslayo arrugando la cara.

Ojalá no le hubiera dicho nada. Pensaba mientras me alejaba decepcionado.

Mi egocentrismo de niño era como una tormenta imparable. Creía que toda circunstancia en ese momento estaba en mi contra, y fue peor, cuando conocí la casa de mi vecino.

La familia del señor Óscar vivía en la esquina de nuestra calle. Tenían un frente inmenso adornado con cercas de hierro blancas, con ventanas cubiertas de papel de plomo y marcos de ventana dorados y esplendorosos. El señor Óscar parecía amante del arte clásico, pues la pared de su porche delantero estaba tallada con figuras que simulaban batallas de romanos contra bárbaros o eso era lo que imaginaba cada vez que pasaba por allí.

El señor Óscar tenía un hijo que era de mi misma edad, Pedro; un chico muy hiperactivo. Recuerdo que solo me invitó a su casa una vez el día que cumplió ocho años. Al ver su casa por dentro, quedé maravillado. La enorme pecera en el medio. Las paredes de arcilla cocida. La enorme sala decorada con espaciosos muebles y una cocina de ensueño. Parecía una casa de esas películas de Hollywood que tanto veía y me sentí muy a gusto allí.

Cuando llegó el momento de irnos, me entristecí; era como si me despertaran de un sueño hermoso. Miraba por la ventana e imaginaba tener una casa como la del señor Óscar, con hermosos cuartos espaciosos, cajones llenos de discos y estantes con videojuegos y dos computadoras con acceso a internet.

De nuevo observé a mi padre como si la vida se me drenara del cuerpo y le pregunté de nuevo “¿Cuándo tendremos una computadora?” Él de nuevo me observó, pero esa vez fue diferente. Se acariciaba la barbilla y miró hacia el techo como si pensara, luego se inclinó a mí e hizo que me sentara sobre el brazo del sofá.

“Mira, hijo, en estos momentos no podemos costearnos una computadora, ya que tenemos algunos problemas económicos. A mí también me gustaría que tuvieras una, eso te ayudaría mucho en tus estudios, pero si las cosas salen como lo estoy planeando, no solo tendrás una computadora en la casa, sino tres.”

“¿En serio?” Espeté con una enorme sonrisa.

“Claro que sí, tengamos fe de que así será. Ahora, hasta ese momento, tienes que aprender primero a usar ese aparato, así que te voy a inscribir en un curso de computación.”

Jadeé de la emoción. Recuerdo que salí corriendo a contarle a mi madre. Aquel curso fue lo mejor que pude experimentar en mi tardía niñez. Con el tiempo, los negocios de mi padre comenzaron a dar frutos paulatinamente. Instauró su propio negocio de ventas de productos al mayor con apenas unas cuantas cajas de varios artículos. A medida que su pequeña empresa fue creciendo, comenzó a comprar nuevas cosas para la casa, entre ellas, una computadora que dejó en nuestra sala.

Estaba feliz, aunque para mi inconformidad no era suficiente, pues hacía falta el acceso a internet, pero eso rápidamente se repelía de mi mente al ver los cambios que estaba experimentando nuestro hogar.

Los baños, nuestra cocina, la sala y los cuartos, comenzaban a transformarse a medida que mi padre invertía aún más en la casa. Al principio, no lo comprendía, y sentía una leve nostalgia por cómo estaba nuestro espacio antes, me di cuenta al final, que mi única fiebre y envidia por mi vecino, no era porque tenía una casa hermosa y enorme, sino porque poseía una computadora con acceso a internet.

Con el tiempo eso empezó a cambiar. Las cosas mejoraban y por fin tenía un cuarto apartado del de mis hermanos. Mientras mi entorno cambiaba, dejaba de mirar las cosas de los demás y me concentraba en mis propios gustos y aficiones. Mi mentalidad cambiaba gradualmente cuando incursionaba más en la adolescencia, y ahora el único pasto verde que anhelaba de los demás, era tener una amistad con gustos y aficiones en común.

FIN

Texto traducido con Deepl | Text translated with Deepl

H2
H3
H4
3 columns
2 columns
1 column
Join the conversation now