Hace ya un tiempo decidí que debía comenzar a cumplir el sueño que tanto desee cuando vine a los EE.UU. Ser exitosa, trabajar duro y buscar tener mi propio negocio.
La verdad, al comienzo todo se veía tan fácil; era cuestión de trabajar duro, mezclarse con las personas correctas y todo fluiria de manera correcta.
Al menos, así pensaba cuando llegué.
Trabajar duro, nunca fue el problema. Comencé trabajando 80 horas semanales y hasta más, de ser necesario. Pasaba mucho más tiempo en el trabajo, que en casa, las relaciones interpersonales (para ser honestos) no existían, las personas sabían quien era, por el buen servicio que les daba al llegar al local, pero eso era todo. Vivir? Quién necesita eso, cuando hay dinero en el bolsillo?
Al pasar el tiempo, mi cuerpo comenzó a pasar factura en muchos sentidos, estaba agotada física y emocionalmente, pero aún así, le exigía que diera todo de él para seguir produciendo dinero.
Tuve la dicha de a solo un año de mi estadía aquí, traer a mi mamá de visita. Estuvo 3 maravillosos meses, que si bien, no pude disfrutarlos como debía, pues tuve que trabajar muchísimas horas para poderle dar TODO AQUELLO que me pudiera pedir (y lo que no pidiera, también), tenerla aquí cerca de mi, valió cada segundo.
Cuando tuve que dejarla ir, volví a la rutina de trabajar la mayor cantidad de horas que fuera necesaria; gracias al universo, mi cuerpo es fuerte y ha aguantado todos los esfuerzos que le exijo. Apoye a la empresa para la que trabajaba lo más que pude, y cuando tuve ganas de bajar la cabeza y dejarme caer, me dijeron "No lo harás, aquí estamos para ti". Por eso seguí postergando la realización de mi sueño.
Al pasar los meses, comenzaron en mi los miedos, las inseguridades, las ganas de volver a retomar aquello que un día me plantee. Tomé la decisión de dejar el lugar donde trabajaba, pero al final no tuve las agallas.
Volví a posponer mi sueño, y esta vez por miedo...
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... Site gusto lo que vas leyendo, déjamelo saber para seguir escribiendo una segunda parte**