El viaje en autobús


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En el antiguo, pero aún funcional terminal terrestre de la ciudad capital, con su acostumbrado ambiente ruidoso, aire mezclado con el humo saliente del escape de los autobuses, y aglomeración de personas; los afluentes pasajeros que llegaban al lugar, eran constantemente asediados por vendedores, ayudantes y colectores, que les ofrecían puestos para los distintos destinos del país. Aquellos que finalmente encontraban transporte, pronto se apresuraban a abordar, después de guardar sus equipajes, para así elegir el asiento de su preferencia, que les permitiera sentirse más cómodos durante el recorrido. Dentro de ese grupo de individuos, se encontraban dos personas totalmente desconocidas, quienes estaban a punto de embarcarse en un viaje que cambiaría sus vidas, de una manera que jamás hubieran pensado.


Julián, era un joven arquitecto de cabello corto, piel morena y contextura delgada, que a sus veintisiete años, se había preparado para embarcarse en un largo viaje en autobús hacia la costa oriental del país. Su destino era una población costera, donde tendría la oportunidad de participar en un proyecto urbanístico que tanto había anhelado, y que lo emocionaba profundamente. Apenas subió al autobús, busco un asiento junto a una ventana, su intención era disfrutar el paisaje, durante las casi ocho horas de trayecto que le esperaban. Una vez sentado, trató de distraerse mirando al exterior, puesto a qué su mente se encontraba inundada por ese caudal de expectativas provenientes de la oportunidad laboral que le aguardaba, y de ese lugar desconocido que tenía como destino. Este joven arquitecto, mientras se encontraba observando al exterior a través de la ventana, ni siquiera se percató de la persona que se había sentado a su lado.


Una vez que el autobús se puso en marcha, el paisaje urbano poco a poco desapareció de vista, dando paso a campos verdes, árboles y montañas a lo lejos, Julián continuo sumergido en sus propios pensamientos, como si existiese nadie a su lado, tardando rato largo en notar que junto a él, se hallaba sentada una mujer de cabellos rizados de color castaño, ojos claros, y el rostro lleno de pecas, que constrastaba con el color de su piel, quien ademas se habia instalado en su asiento con una libreta y un boligrafo en mano.


Valeria, era un escritora que a sus veintinueve años, ya había logrado publicar su primera novela, y había decidido tomar ese viaje, para desconectarse del bullicio de la ciudad, y sumergirse en un mundo de mayor tranquilidad, que permitiera fluir su creatividad, ya que se encontraba en la búsqueda de inspiración para su próximo libro. Llevaba consigo su libreta y su bolígrafo, prestos para dejarse llevar por la magia de las palabras, en caso de que las ideas nacieran sin previo aviso. Estos jóvenes, se hallaban sumergidos en sus propios pensamientos, ajenos cada uno a la presencia del otro, como si se encontrasen en universos distantes, y no uno al lado del otro, como compañeros de asiento. Sin embargo, a veces al destino le encanta ser caprichoso, y puso en juego otros planes para ellos.


Luego de un poco más de un par de horas de viaje, el chofer del autobús hizo una parada en un pequeño pueblo, según y que para que los pasajeros estiraran las piernas y compraran algo de comer, pero la realidad era que en ese lugar para él, la comida corría por la casa, siempre y cuando hiciera parada para llevar clientes. Esto resultó ser esa jugada maestra que la casualidad realizó, para cambiar esa indiferencia existente entre los compañeros de viaje.


Julián, en aquella parada se dispuso a comprar un jugo y un emparedado, no por hambre, sino para tratar de calmar la ansiedad que le producía el tanto pensar, sentándose luego en la única mesa a la que le quedaba una silla disponible, aquella donde se encontraba Valeria, quien tomaba un pequeño sorbo de una botella de agua, mientras hojeaba tranquilamente su cuaderno de notas, buscando esa palabra o frase mágica que iniciara ese momento de inspiración que había estado esperando, y disfrutaba al mismo tiempo del aire fresco, en ese breve momento de libertad en medio del trayecto.


Julián, al terminar de comer su merienda, repentinamente fue interrumpido por una pregunta inesperada.

—¿Te imaginas cuántas historias se esconden detrás de cada rostro en ese autobús? —dijo Valeria con curiosidad, observando a Julián con una sonrisa intrigante.

Julián, se quedó unos instantes sorprendido por esa pregunta que lo sacó de sus pensamientos, pero pronto se atrevió a responder, y luego sonreír amablemente.

—Seguro que muchas. —Mirando fijamente a los ojos de Valeria—. Creó que cada persona tiene su propia historia para contar, ¿no cree usted? —iniciando así una conversación espontánea entre ambos, que continuó posteriormente al reanudar el viaje de aquel autobús, dónde compartieron anécdotas, risas y sueños que hicieron que el resto del camino y el transcurrir del reloj volaran, mientras el sol se ponía lentamente en el horizonte y continuaban su viaje hacia el destino final. Ninguno de los dos había podido imaginar lo que el destino les había deparado el resto del viaje luego de aquella parada, pero algo dentro de ellos, les decía que esa situación inesperada, sería el comienzo de algo especial y significativo en sus vidas.


Dentro de aquel colectivo, los demás parecían no existir, mientras Julián y Valeria, intercambiaban palabras e historias cada vez más interesantes que para sorpresa de ambos, siempre culminaban en un sinfín de risas, que los hizo descubrir y entender que tenían tantas cosas en común. Esa conversación que inició en aquella parada que hizo el chofer del autobús, se extendió sin parar durante el resto del viaje.


Ya cercanos a su destino, Valeria, con curiosidad en sus ojos, preguntó a Julián:

—¿Qué te inspiró a convertirte en arquitecto? —Rozando suavemente una de las manos de Julián—. Debe ser fascinante diseñar espacios que perduren en el tiempo —terminó agregando Valeria.

Aquella señal, no pasó desapercibida para Julián, quien se entusiasmó más de lo que ya estaba, y deseo que ese viaje nunca culminará, para no verse forzado a interrumpir tan loable conversación.

—Siempre me ha apasionado la idea de dar forma a ideas y conceptos a través de la arquitectura —respondió Julián, muy atento a la reacción de Valeria—. Creo que los edificios pueden contar historias por sí mismos, y eso es algo que me impulsa a seguir adelante, pero ahora que lo pienso mejor, creo que tu habilidad puede resultar mejor que la mía, porque tú puedes crear desde tu imaginación cualquier historia mágica y escribirla con tus manos —Mientras le tomaba la mano y la colocaba por un corto instante sobre la suya—. Y además de ello —los ojos de Valeria brillaban, mientras escuchaba con atención— ¡Tienes unas manos muy suaves y delicadas! —logrando con esto último, que sus mejillas se llenarán de rubor.

—Me siento muy halagada, con eso que acabo de oír —dijo Valeria —. Sabes cómo mantener a una mujer interesada con las cosas que dices.

—Más bien —replico Julián—. Eres tu, quien ha hecho que sea yo quien esté interesado.


Estás palabras, lograron que Valeria por primera vez en toda la conversación se quedará atónita y sin esa respuesta espontánea que siempre había tenido para las palabras que pronunciaba su interlocutor. En su lugar, solo podía mirarlo con esa expresión, que deja saber que no es necesario decir nada, mientras que al mismo tiempo le daba a entender que se sentía atraída.

En ese instante de silencio, Julián miró a Valeria con una sonrisa y unos ojos que reflejaban un brillo, que ya ella había notado.

—Creo que este viaje resulto mucho más interesante de lo que esperaba —dijo Julian—. Gracias por compartir tus pensamientos y tú tiempo conmigo.

Valeria, suspiro levemente y devolvió la sonrisa.

—El placer es mío —finalmente dijo ella—. A veces, las mejores historias comienzan de la forma más inesperada.

Al llegar al destino final del viaje, el pequeño pueblo costero recibió a los pasajeros con el alboroto de algunos taxistas, que esperaban pescar a los pasajeros de ese autobús recién llegado, como si fueran alguna especie de depredadores al acecho de sus presas. Julián y Valeria, sin el deseo de hacerlo, debieron levantarse de sus asientos y bajar de aquel transporte. Sus corazones se hallaban vibrantes, por la intensidad de las conversaciones que habían compartido durante el trayecto.

Antes de despedirse y dirigirse cada quien por su lado, Julián tomó de la mano a Valeria, mirándola a la cara con chispas de emoción y picardía en los ojos, que ella correspondió.

—Ha sido un placer conocerte, Valeria —dijo Julián— ¿Quieres intercambiar números telefónicos? ¿Puedo llamarte siempre, si gustas? — preguntó él.

Ella asintió con una sonrisa entusiasta.

—¡Claro, sería maravilloso mantenernos en comunicación después de este viaje tan especial! —contestó Valeria.

Luego, sacaron sus teléfonos móviles e intercambiaron los números, sellando así la promesa de seguir explorando esa conexión inesperada que habían descubierto.

Posteriormente a eso, finalmente llegó ese momento que tanto habían querido postergar, y cada quien se fue por su lado, deseando haber compartido el taxi, pero ninguno se atrevió a sugerirlo, para albergar esperanzas en una llamada telefónica o un simple mensaje de texto.

Julián y Valeria, habían resultado ser dos almas perdidas, en ese mar de posibilidades y conexiones, que se dejaron llevar por la corriente de lo desconocido y lo maravilloso que les aguardo cada kilómetro del camino, sin que previamente hubieran imaginado, que ese viaje había iniciado una nueva historia en sus vidas, una que aun tenia muchos capitulos para contar.


  • Imágen ilustrativa generada con Bing.com


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