El juicio del escritor: la crítica del tutor.


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En una pequeña ciudad, donde los prejuicios de sus habitantes y la rutina diaria se encargaba de menguar los sueños de los sobresalientes, vivía un joven llamado Alfredo. Desde muy corta edad, había descubierto su pasión por escribir historias, pero sabia que sus habilidades narrativas eran rudimentarias y necesitaban desarrollo. Dentro de sus pensamientos la gramática siempre le atormentaba, y nunca se sentía a gusto con los diálogos de los personajes que creaba, a su propia critica le parecían más bien ser monólogos. Fue así, con esa forma de pensar que este joven ingreso plagado de grandes expectativas a la escuela de arte y escritura de aquella ciudad, donde esperaba moldear y esculpir su talento, para poder dar vida propia a sus personajes y crear mundos fantasticos, bajo la tutela de profesores especializados.


La escuela de arte y escritura, fue fundada por un novelista de renombre muchos años atrás, con el fin de preparar de forma académica a futuros exponentes de algunas ramas del arte y la literatura. Los profesores que allí enseñaban, debían cumplir con el requisito de poseer una experiencia comprobada en arte y literatura, y también haber publicado sus obras, para poder optar al puesto. Esa institución siempre había gozado de prestigio y muy buena reputación, gracias a la formación de numerosos escritores, fotógrafos y pintores de gran aceptación. Sus espaciosas instalaciones, eran un tanto antiguas, y estaban bien conservadas. Además de sus áreas administrativas, contaba con numerosas aulas, amplios pasillos, un gran comedor, un área de cafetería y un pequeño auditorio, al que todos conocían como la sala de conferencias del consejo, utilizado sólo para ocasiones especiales.


En su primera clase, Alfredo se sintió como todo forastero cuando llega a una tierra donde se habla un idioma distinto. Los otros estudiantes en aquella escuela, hablaban con suma confianza sobre corrientes e influencias literarias, técnicas y estilos de escritura, mientras él solo se limitaba a sentarse en la parte de atrás de la clase, tomar muchas notas, y tratar de absorber los mayores conocimientos que le fuera posible. Durante la primera semana, como evaluación de destrezas literarias, debió elaborar una historia de ficción creativa sin pautas, sobre un tema de su propia elección. Hizo su mejor esfuerzo, dedicó horas e hizo muchas correcciones antes de obtener el resultado final, para luego presentarlo.


El profesor de la clase, era un hombre mayor llamado Paolo, con muchos conocimientos literarios y un don especial para enseñar y cautivar a sus estudiantes, pero muy estricto y de carácter arrogante, y además de ello gozaba de fama por descubrir cuando los escritos no eran originales. Este profesor era el autor de algunos libros y novelas, que no habían tenido mucho renombre, pero gozaba de la experiencia de haber publicado sus obras y de competir por darse a conocer en el vasto mundo literario, y por un espacio entre las preferencias de los exigentes lectores. Leyó con suma atención la historia escrita por el joven Alfredo, frunciendo el ceño en un par de ocasiones, pero al final no emitió ninguna opinión, ni hizo ninguna corrección, pues el ejercicio tenía otra finalidad que sus alumnos desconocían.


—Mis estudiantes, todos ustedes esperan una evaluación de mi parte respecto a la historia que presentaron. —dijo el profesor Paolo.

—Sin embargo, dentro del mundo literario no importa la opinión de una sola persona, sino la de muchos lectores, pues existen muchos tipos de gusto en cuanto a géneros, personajes y tramas. —prosiguió el profesor.

—El resultado de la evaluación del día de hoy, la emitirán ustedes mismos, con lo cual yo mediré sus conocimientos al respecto. —añadió.

—Cada uno de ustedes, será el encargado de emitir una opinión sobre la historia escrita por sus compañeros. —dijo luego, mientras entregaba a cada estudiante una historia diferente a la que habían escrito.


Después de iniciar la actividad, tal cual la había descrito el profesor Paolo, y luego de escuchar los alegatos, correcciones y elogios de algunos estudiantes, sobre las historias de los compañeros a los que les había correspondido leer, llegó el momento para el escrito de Alfredo. El encargado para tal fin, fue un estudiante de nombre Héctor, quien había sido aplaudido y halagado, por el encargado de revisar su historia.

Héctor era un estudiante con muchas destrezas y habilidades literarias, pero muy técnico a la hora de escribir, lo que a veces le hacía evitar el lenguaje natural en sus escritos, y en cambio utilizar uno más formal y rebuscado, que no terminaba de encantar a sus lectores.


Este estudiante, después de narrar para todos la historia escrita por Alfredo, procedió a emitir su opinión y correcciones en relación a la misma.

—En mi opinión, la historia que acabo de leer para todos, es buena, contiene un final feliz, como siempre se espera para estás tramas. —dijo Héctor, mientras todos le prestaban atención, y más aún Alfredo.

—Sin embargo, nuestro compañero y autor de esta historia, fue descuidado en cumplir con las reglas de puntuación de los diálogos, y en algunos de estos, no se diferencia bien entre el parlamento y el inciso, lo cual puede terminar confundiendo al lector. —puntualizó Héctor.


Alfredo, no tomó para mal la opinión de Héctor, en su lugar vio el resultado desde una perspectiva diferente, y se propuso a mejorar y no cometer nuevamente los mismos errores. A partir de allí, fueron muchas semanas de esmero y arduo trabajo. Se le pasaba el tiempo escribiendo, revisando y reescribiendo, siempre buscando la forma de mejorar cada palabra, cada diálogo y cada oración en cada uno de sus escritos. Su determinación era inquebrantable, mientras evolucionaba su forma de escribir.


Meses después, y bastante avanzado el programa educativo, el profesor propuso un trabajo especial, dónde los estudiantes pudieran hacer volar su imaginación y demostrar los dotes de escritor que bajo su supervisión, habian estado puliendo durante las clases, para la cual debian desarrollar una historia original de ficción creativa, basado en un tema de selección libre, cuyo resultado sería determinante para el futuro y continuidad dentro de la escuela. Alfredo, recibió está noticia con sumo interés y poca preocupación, ya que en el fondo sabía que tantas horas y días de dedicación, habían dado resultados positivos en su crecimiento como autor, por lo cual se sentía preparado y muy animado para hacerlo.


A partir de ese momento, Alfredo dedico muchas horas para crear la historia. Escribía algunas líneas, después las leía y hacía sus propias correcciones, siempre buscando la perfección. Así pasó todos las horas libres de esa semana que tuvo para desarrollar la historia, siempre trabajando para dar profundidad, claridad y calidad a cada una de sus líneas, hasta que al fin logró culminar, pero a pesar de ello aún no se sentía satisfecho, en sus pensamientos consideraba que aún no era perfecto.


Cuando finalmente entregó su trabajo, Alfredo se sentía nervioso e impaciente, sus ansias eran tantas, que el transcurrir del tiempo era tan lento, y no veía el instante en que el profesor diera su opinión.

—¡Alfredo, esto es excepcional! —exclamó el profesor apenas culminó de leer, sorprendido por la calidad y profundidad de las palabras.

Inmediatamente, al escuchar aquellas palabras, una sonrisa se dibujó en el rostro de Alfredo, en señal de satisfacción. Sin embargo, esto solo duró un breve instante y pronto esa sonrisa se borró.


—Es tan asombroso y perfecto, que me hace dudar —añadió el profesor Paolo, mientras fruncía el ceño.

—¿Dudar profesor? ¿A qué se refiere? —preguntó Alfredo, con un semblante distinto, propio de una persona que está siendo cuestionada.

—Todo está perfecto. El desarrollo de los personajes, la trama de la historia y la resolución del conflicto. La gramática es excelente. —dijo el profesor Paolo, en un tono lleno de prejuicios.

—¿Y por qué lo dice de ese modo profesor? —preguntó Alfredo, dando una pequeña muestra de disgusto ante tal acotación.

—¡Mi opinión es que esto no lo escribió usted! —contestó el profesor con mucha seriedad.


Alfredo, quiso refutar la opinión del profesor, pero se quedó en shock y no pudo decir nada. No podía creer las palabras que acababa de oír. Deseaba que eso no fuera real y que solo fuera una broma de mal gusto.

—En está institución somos muy estrictos y el cumplimiento de la normativa es esencial para la reputación de esta escuela. —prosiguio diciendo el profesor, mientras Alfredo seguía sin pronunciar palabras.

—Tu trabajo será reportado al Consejo de la escuela, para que ellos evalúen la originalidad y tomen una decisión al respecto. —finalizó diciendo el profesor Paolo.


Las palabras finales del profesor Paolo, le cayeron como un balde de agua fría. Ese día salió decepcionado de la clase. No podía creer que eso le estuviera pasando después de haberse esforzado tanto. Caminó cabizbajo por los pasillos de la escuela. Tanto su mirada, como sus expresiones faciales y corporales, denotaban al exterior aquello que estaba sintiendo por dentro. Su cabeza se llenó de pensamientos y dudas, no sabía que había hecho mal, solo había dado su mejor esfuerzo. Deseaba salir de allí, ir a su hogar y no volver nunca. Todo eso pasaba por su mente y mucho más, mientras caminaba por el pasillo que llevaba a la salida. Nunca le había parecido tan largo, como ese día.


En los siguientes días no volvió a la escuela, y tampoco salió de su casa. Solo se limitaba a estar en su habitación. Salió solo a comer y luego volvió a encerrarse. No deseaba hablar con nadie y sus familiares no entendían qué pasaba con él. Se sentía deprimido, pensando que todos esos meses habían sido una pérdida de tiempo.


  • Imagen ilustrativa generada con Bing.com

  • La historia completa fue dividida en dos (02) partes por lo extensa que resultó al ser concluida.



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