Novela original
Parte II: El año antes del final
Les habían explicado muchas veces, que el planeta estaba muerto en la superficie, pero los gemelos querían verlo por sí mismos. Guardaban una esperanza y motivación, de poder cambiar las cosas. No podían ni querían seguir viviendo en un hueco, que cada día, podría convertirse en su tumba.
Reunidos todos alrededor de la única fuente de calor, un agujero del que emanaba un cálido aliento, al parecer proveniente de alguna veta de lava muy profunda, o al menos a esa conclusión habían llegado. Nain y Leban se pusieron de pie y contaron a todo el grupo su plan de salir a la superficie.
El grupo quedó en silencio por unos instantes, como tratando de decidir cada uno, si había escuchado bien. Era una locura querer subir a la superficie, nadie lo había hecho, ni siquiera pensado desde que entraron en aquella caverna. Hasta ahora en Ararat tenían lo que era muy posible muchos otros grupos no habían encontrado, ni encontrarían jamás. Una fuente de calor, animales domésticos, agua subterránea y la seguridad de que están completamente a salvo.
Solo después de intercambiar miradas confundidos entre todos, alguien con una voz entrecorta se atrevió a preguntar ¿Por qué querían subir a la superficie? Y los exploradores de más experiencia, también se pronunciaron, argumentaban que ya eran pocos, y que perder a los dos mejores no era una opción. La responsabilidad de ellos estaba en mantener vivas a las personas del grupo. Quedó firme que no iban a aceptar aquella loca aventura sin regreso, un pasaje rápido y directo a una muerte segura.
Los gemelos se sentaron, pero no había en sus rostros la más mínima vergüenza. Leban tomó aliento y se volvió a poner de pie. Lanzó un grito que el eco retumbó como tambores en cada oído de los allí presente. Con voz calmada pero firme, les aseguró a todos que su hermano y él, no iban a renunciar a su propósito. El mundo en tantos años debió haber cambiado, tenía en su corazón la certeza que así era. No solo en “El Aullido” o en “Ararat” había seres humanos, dijo, la tierra es enorme, miles o millones deben haber sobrevivido. Los recursos, cuántos recursos encontraremos en la superficie. Podemos volver a ser la especie que éramos, que nos han contado con tanta añoranza los ancianos.
Tenemos que encontrar a otras personas, continuó, que tengan otras soluciones para enfrentar el frío, más allá de escondernos en una caverna por siempre. Mi padre recordará cuando me contaba sobre Marco Polo, el gran emisario de Kublai Kan, y como pasó 17 años viajando y logró encontrar y traer a los europeos, los numerosos logros de la civilización china, muchos de los cuales eran más avanzados que los de ellos.
Nain extendió la mano a su hermano, y este le ayudó a levantar. Puso la mano en el hombro de Leban y exigió que se realizara una votación. Al fin y al cabo, Ararat era una sociedad donde las decisiones se resolvían, con la votación de sus miembros y esta vez no sería diferente. Había que votar por un futuro, por un cambio para bien en las vidas de todos, o por la resignación a quedar para siempre como hombres de las cavernas.
Se dispuso entonces que así fuera y se preparó todo. Cada miembro del grupo poseía una roca que había esculpido con sus propias manos y que tenía una forma única, era la propiedad más preciada en aquel grupo, era su voto. Una roca plana que tenía dos niveles, servía como mesa de escrutinio. Se hizo una fila y cada uno iba colocando su voto. En el nivel superior los que estaban de acuerdo, en el nivel inferior los que no.
Lentamente iban pasando al frente, algunos quedaban por unos instantes dudosos, como temiendo su decisión. Los gemelos fueron los últimos en colocar su voluntad, al parecer sus argumentos habían calado en más de uno y sus rostros se iluminaron. Se apartaron del área de votación y los tres seleccionados para contar cada voto, se acercaron.
El primero se dispuso a los votos negativos, otro a los votos positivos, y el tercero quedó en medio de ambos, para cerciorarse de que todo estuviera correcto, cada recuento se realizaba frente a las miradas ansiosas de los miembros del grupo. Lentamente se escuchaban los números, uno de cada lado, hasta que contaron 14 positivos y 14 negativos. Faltaban dos votos, los exploradores Elia y David. Habían salido hacía cinco días y aún no regresaban. No había otra opción que esperar por ellos.
El tiempo adoptado en Ararat, se estableció a las pocas semanas de haber llegado, encontraron una gota de agua que caía de una estalactita, con una frecuencia estable, cada 10 minutos. Colocaron un envase segmentando, que permitía acumular agua hasta 30 horas aproximadamente y así decidieron que esa sería la duración de los días.
Tres semanas de espera hasta que regresaron Elia y David. Con cierta prisa, fueron informados de la situación y se les preguntó… Continuará
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