On the Venezuelan coast, there are countless beaches with postcard-like beauty.

In Falcón, in the western part of the country, is Chichiriviche, a town bordered by several keys, such as Cayo Sal, where I was recently on a family trip.

To get there we took a boat, where I began to take pictures, since I found the place picturesque, although a little neglected.

At the dock we found many ticket sellers for the keys, and they were really invasive, but if you told them no, they would leave you alone.

Once on the boat, the sea breeze greeted us as if it were a caress.

When we reached the key there were more vendors, but this time of fried fish, seafood, etc.

Others wanted us to rent an awning to protect us from the sun, but they were expensive, so we took our chairs to the refreshing shade of the palm trees near the shore.

Many did prefer the awnings, but the truth is that everyone enjoyed the beach as I thought best.

The first thing I did was to swim for a while, but my desire to take pictures was stronger, so I dried off and looked for my camera to walk along the beach.

I captured everyone doing their own thing. Some people were playing volleyball, others were drinking beers, eating, listening to music, dancing, playing cards, or just sleeping.

Distraction was the rule of the day, and it seemed to be the rule.

En la costa venezolana hay un sinfín de playas que gozan de belleza al mejor estilo de una postal.

En Falcón, en el occidente del país, se encuentra Chichiriviche, un pueblo que limita con diversos cayos, como Cayo Sal, dónde estuve recientemente en un viaje familiar.

Para llegar hasta tomamos una lancha, donde comencé a tomar fotografías, dado que el lugar me pareció pintoresco, aunque un poco descuidado.

En el muelle encontramos muchos vendedores de boletos para los cayos, y realmente eran invasivos, pero con decirles que no, ya te dejaban en paz.

Ya en la lancha la brisa del mar nos recibió como si se tratara de una caricia.

Al llegar al cayo había más vendedores, pero esta vez de pescado frito, mariscos, etc.

Otros buscaban que alquilábamos un toldo para protegernos del sol, pero eran costosos, así que llevamos nuestras sillas hasta la refrescante sombra de las palmeras, cerca de la orilla.

Muchos sí preferían los toldos, pero lo cierto es que cada quien disfrutaba de la playa como me parecía mejor.

Lo primero que hice fue nadar un rato, pero mis ganas de tomar fotografías pudieron más, así que me sequé, y busque mi cámara, para recorrer la playa.

Capturé a cada quien en lo suyo. Algunas personas jugaban voleibol, otros tomaban cervezas, comían, escuchaban música, bailaban, jugaban cartas, o simplemente dormían.

La distracción era la regla del día, y al parecer se cumplió.