"La vida no tiene sentido, pero vale la pena vivir, siempre que reconozcas que no tiene sentido".
—Albert Camus
Día 2
La mañana de este día era tan fría que sentía que la sensación penetraba por completo mis huesos. Comí un poco de pan con embutidos, que tenía guardados en el refrigerador de la cápsula.
El artefacto detector de radiación casi no me dejó dormir, puesto que se disparaba a cada rato; era como si los niveles de energía de este planeta se elevaran de manera precipitada esporádicamente, para luego descender a un nivel imperceptible.
Era muy extraño ese tipo de anomalías, sin embargo, el ambiente no se sentía diferente más que ese aire gélido. Tomé la radio una vez más después de comer, para ver si podía conseguir cierta comunicación con la central, pero fue imposible.
Llegué a pensar en ese momento que tenía que explorar el lugar; buscar otros ecosistemas donde quizás encuentre más comida, pero un miedo latente obstaculizó mi osadía, luchando contra mi necesidad imperante por sobrevivir.
Comencé a recordar a esas criaturas que había visto el día anterior; esos seres colosales y artrópodos, que deambulaban en manada pasando por al lado de donde me encontraba. Pensaba que se trasladaban hacia un lugar más cálido, ya que este frío posiblemente les perjudicaba.
El tiempo se convertía en un aliado muy necesitado, ya que quería contar los días en que me encontraba aquí. Cada momento que pasa pierdo la cabeza, ¡pero ya no podía más! Decidí movilizarme puesto que si me quedaba sedentario me volvería loco por completo.
Tomé algunas herramientas técnicas, como sogas, una navaja, una linterna, hasta mi aparato para medir la radiación, ya que me he percatado que en este mundo la difusión de energía es muy cambiante, y pueden ocurrir cosas cuando se está en un nivel alarmante.
Con sutileza salí hacia los alrededores de la cápsula, lo cual, solo era desierto, y me adentré en sus áridos caminos. Finalmente encontré una ruta de huellas, que por cierto, sus formas eran serpenteadas como si hubiese transitado una serpiente.
No presté atención a ese camino pero lo recorrí, mantuve mi mente en blanco por un rato, hasta que conseguí un oasis muy extraño de árboles rojos y de troncos particularmente articulados. Me adentré a el y pude notar ciertas características que me dejaron boquiabierto.
El lugar estaba constituido por estalagmitas que formaban un camino alrededor de aquellos extraños árboles. Era extraño ver en un lugar tan aparentemente accesible esta deposición de carbonato cálcico.
Me sorprendió también el líquido que emanaba de las ramas, era de color dorado brillante. No podía ser savia, puesto que su composición era demasiado ligera, casi como el agua. Era más bien parecido al aceite, pero con un olor extraño.
Tomé varias muestras embotellándolas en frascos que había llevado y continué con mi camino. Al llegar al centro del oasis, vislumbré un pequeño lago que se agitaba levemente. De allí salían partes de otros seres tipo insecto, como si hubiesen caído ahí para ahogarse.
Sentí que todo lo que había visto era suficiente, en realidad, sentí una sensación de peligro y volví por el mismo camino hacia la cápsula. Era raro pero… una parte de mí quería seguir explorando, pero si los mecanismos del miedo se me activaron de repente ante aquel lugar, era por algo, así que decidí hacerle caso a los sistemas de mi organismo.
Finalmente, al volver, encontré que una de las luces rojas de la radio de transmisión estaba encendida. Inmediatamente me fui a ella para ver si había recibido un mensaje, sin embargo, al escuchar, solo había recibido estática.
Aquello me dio una fuerte esperanza, una razón para seguir, significaba que pronto encontraría la manera de volver a casa, en cuanto las comunicaciones se restablezcan.
Escrito por @universoperdido, jueves 16 de julio del 2020
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