"La locura no se puede encontrar en estado salvaje. La locura no existe sino en una sociedad, ella no existe por fuera de las formas de la sensibilidad que la aíslan y de las formas de repulsión que la excluyen o la capturan".
—Michel Foucault
Los invisibles
Antiguamente se creía que la única forma de asomar la mirada hacia lo intangible, era a través de infusiones que inducían a un estado adormecido o completamente diabólico. Se creía que tales sustancias eran los conductores a la ruta de los otros; a quienes no podemos ver, ni oír.
Hubo un tiempo en que personas con habilidades particulares, comenzaban a experimentar viajes etéreos a épocas pasadas, pero el impulso de su curiosidad los empujaba a intentar transitar agujeros hacia otros mundos.
Los portales son inocuos, no poseen una voluntad o naturaleza impertinente, sin embargo; gracias a las energías de múltiples que se han desarrollado con el transcurso de los eones, han evocado una fuerza invisible. Algo que se mueve, pero desconocemos sus objetivos.
Se cree que aquella fuerza se ha dividido o reproducido en varias entidades, que piensan y pueden contradecir a las leyes de la naturaleza. La información recibida proviene de aquellos que la han estudiado, que no son más que empedernidos peones de la ciencia.
No se sabe con certeza la historia que portan, simplemente tenemos grabados sus movimientos, a través de pantallas herméticamente colocadas, que reciben sensores de galones de varias señales de fuerza y emiten el resultado producido en una forma casi entendible.
Los que hayan visto a estos espantos o criaturas, ya no pueden figurar la realidad o tener una concepción común con ella; es bien sabido que cuando conoces mundos con nociones distintas, muy inconcebibles para la imaginación, nuestro estado común se transforma, convirtiéndose en una dicotomía que lucha en contra de sí misma.
El organismo intenta repararse solo tratando de unir las partes separadas, pero para hacerlo, deberá de pasar por un trance sumamente agotador, para poder encontrar el sello de esos dos fragmentos abruptamente separados.
Los que vieron a aquellos que venían del otro lado, paulatinamente deambulaban en una nada o en un «Mu», sin dejar sus palpables cuerpos. El tiempo pasaba y era un vicio, seguir transitando límites de la oscuridad. Las criaturas no los dejaban ir, y para mantenerlos, opacaban su mente con mentiras sobre «el otro lado» y sobre «las partículas de los ángeles»; maravillas de la ciencia que nunca pudieron ser usadas por el hombre.
La curiosidad científica puede ser una maravilla espectacular, pero también, es un gancho con carnada; atrae a los incautos y los vuelve dóciles a los peligros, a las falsedades y a la necesidad de encontrar una satisfacción.
Las enredaderas hicieron su trabajo, y junto con ellas, varios tentáculos soportaron aquella hazaña de mantener a aquellas personas en el mundo de los invisibles. Las criaturas tomaban formas de animales para ser más comprensibles; eran como insectos, larvas e invertebrados. No podían adoptar forma humana, ya que generaría una confusión entre los sentimientos y la comprensión.
Durante los siguientes meses, ellos se mofaban, jugaban y levitaban sobre las cabezas de los nobles científicos. Los dopaban, atrayéndolos al vacío y uno por uno, fueron cayendo hacia sus fauces, pero uno sobrevivió, algo que no estaba previsto en los maliciosos planes de aquellos seres.
Quien logró escapar de las garras de la muerte fue Erick Montiel, fue neuro científico en la sociedad ASTRA, después se retiró por no recibir el crédito que merecía, por lo que comenzó a buscar sus propios descubrimientos sin estar bajo el mandato de nadie.
Él y otro grupo de acompañantes aficionados lo siguieron, para tratar de buscar otros tiempos alternos al que ellos vivían. Al final lo lograron, pero Erick nunca previó, que en el otro lado también existen fuerzas inteligentes que buscan satisfacción.