Concurso de escritura Fuerza-Hispana | El ratón y los dientes |

El ratón y los dientes

   

    Subió la almohada y el diente seguía ahí. Volvió a taparlo y se acostó.

    «Sé que es real, sé que es real» repetía para sus adentros el pequeño Omar, apretando los puños y con los ojos cerrados, en medio de la oscuridad de la habitación.«El ratón Pérez es real» afirmaba, convencido de ello. Ese convencimiento de que todas las fantasías son reales y maravillosas, que solo un niño tiene la fortuna de experimentar con tal fuerza.

    Sin embargo las horas transcurrieron y el ratón Pérez no apareció. Omar se sintió desilusionado pero, quizá en un intento infantil de contrarrestar este sentimiento, concluyó que aquel ratón mágico que cambiaba los dientes por monedas y dulces, y del que su madre le narraba en fábulas e historias cada semana, no habría aparecido en su cuarto porque él estaba despierto. «De seguro está por ahí esperando a que me duerma. Sí, debe ser eso —pensó, con una sonrisa de oreja a oreja que, por la emoción, no notó —, me haré el dormido para que llegue hasta acá». Y así su plan maestro de hacerse el dormido fracasó rotundamente en cuestión de minutos porque, sin darse cuenta, se quedó realmente dormido.

    Habría seguido así de no ser porque el sonido de un golpe seco le despertó.

    —¿Mamá? —balbuceó, sin recibir respuesta —¿Quién está ahí? —en seguida estiró el brazo hasta la mesita de noche para alcanzar su linterna. Iluminó de forma errática todas las paredes de la habitación sin saber qué buscaba, inmediatamente escuchó un chillido seguido de un sonido rasposo ¿en el techo? ¿en las paredes? no lograba descifrarlo. «Suena como las patitas de un ratón». El miedo ya comenzaba a subírsele a la mente, imaginaba todos los terrores posibles que podrían esconderse en la oscuridad, cuando apuntó hacia la puerta y lo vio: un ratón, o eso parecía. Si bien su apariencia era idéntica a la del roedor común, además de su pelaje gris oscuro, tenía un tamaño similar al de un gato adulto y estaba parado sobre sus patas traseras.

    El gigantesco animal, al ser alumbrado, volteó a ver a Omar. Sus grandes ojos negros miraron fijamente al niño por un segundo, este último notó lo que el primero sostenía con sus patas delanteras: —¡Es mi diente! —exclamó sin poder contenerse, sentándose en la cama de un brinco. Ipso facto el ratón, en una demostración de destreza y flexibilidad sobrenatural, escapó por la pequeña hendidura que quedaba debajo de la puerta del cuarto.

    —¡Es real! ¡Es real! —gritó Omar, con la intención de despertar a sus padres, pero estos no llegaron. Supuso que estarían dormidos, así que, sin poder calmar los efectos de la emoción del momento, bajó de la cama y llegó corriendo a la habitación de sus padres y abrió la puerta de golpe.

    —¡Mamá, papá! ¡Es real! ¡El ratón Pérez es... uh —frente a él sus padres yacían acostados boca arriba en la cama, la sangre entremezclada de los dos goteaba desde una punta de la sábana hasta un charco rojo en el suelo, mientras que, sobre ellos, media docena de ratones roían sus cuerpos a la vez que el otro, el ratón grande que estuvo en su recamara, le arrancaba los dientes a su padre y los lanzaban a una bolsa de tela a un costado. Ninguno pareció prestarle atención al chico en el umbral.

    Omar gritó, esta vez no de emoción sino de terror, pero nadie lo escuchó y su grito, su llanto, se ahogó en medio de la noche junto con ese dichoso convencimiento, que solo un niño tiene, de que todas las fantasías son reales y maravillosas.


Imagen de Pixabay | Autor: Pexels

XXX

   

Aclaratoria:

La idea principal de esta historia fue gracias a una viñeta que vi en facebook que, particularmente, me pareció muy divertida. Pueden verla por acá.

¡Gracias por leerme! Espero que te haya gustado, y gracias de antemano por tu apoyo.

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