En mi trabajo me dedico a cuidar a personas, a intentar ayudarles a restablecer su salud e incluso a ayudarles a que sus últimos días de vida, cuando así lo es, sean dignos. Después de uno exponerse a tantas situaciones emocionales tan difíciles termina por formarse una coraza en lo emocional, se convierte uno en una persona más racional, sobre todo si estas situaciones se van a tornar frecuentes.
No es que empiece uno a tener menos compasión a ha sentir menos, sino que aprende a sobrellevar esas realidades, en parte porque nos son ajenas, por otra parte porque son trabajo, y no es que uno quite lo humano de la fórmula, pero por salud mental considero que es mejor.
Pero, aún así, uno consigue personas que logran acercarse a uno en poco tiempo, me refiero a que independientemente de que sólo compartamos unas pocas horas o unos pocos días puedo decirles que aparece algo que podría llamar aprecio, o quizás sea algo de compasión.
He pensado a veces, cuando me encuentro en esa realidad emocional, intentando entender que es lo que realmente pasa por mi mente, que hay algunos pacientes que me hacen recordar algún familiar cercano, y tal vez por esa razón termino sintiéndolos cerca de alguna manera.
Lo mismo me ocurre cuando, caminando por la cale, me topo con alguna persona de edad avanzada pidiendo ayuda, algún tipo de colaboración para poder comer ese día, por ejemplo, no debe ser fácil estar en esa situación, porque eres ya muy dependiente, aunque de cierta manera te cueste asumirla.
Algunos más osados, si tienen dominio de algo, como tocar algún instrumento se consuelan tocándolo y esperando recibir algo por ello, lo que me parece que está muy bien, no están pidiendo regalo, están ofreciendo algo y por caridad esperan algo a cambio. Mucho que pensar al respecto.
