8vo. Extraño Concurso / ¿La Santa Sede o la "santa" cede?

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¿La Santa Sede o la santa cede?

     ─¡Santa cede!, esto arde por doquier.
     ─Pues es normal, porque a mi entender, si la “santa” cede, ya no es tan santa, y si no es, pues, con razón arde.
     ─¿A qué se refiere usted, hermano Agustín? Usted que siempre mete su cuchara en mi ortografía.
     ─Hermano Tomás, usted dice, santa cede, y debería ser, Santa Sede.
     ─¡Ah!, Dios, qué bueno que usted me corrige a tiempo.
     ─Por ahora no escriba. Estas imágenes no son para revisarlas con ligereza.

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     ─Cierto. Y más cuando fuimos enviados por la… Santa Sede. Debemos hacer que estos asuntos importen, fíjense, aquí hay cenizas; hubo fuego, donde hay fuego hay infierno, tentaciones. Hermano Agustín, qué trabajo este de combatir al demonio.
     ─Ciertamente, quienes estuvieron aquí no fueron dóciles, amables ni sabios, ardieron como un sol en pleno infierno; aquí no estuvo una santa.
     ─Ahora estamos nosotros.
     ─Que tampoco lo somos. Y es triste.
     ─¿Que no seamos santos?
     ─Que siempre llegamos después del festín.
     ─¡Hermano Agustín!
     ─Ya, ya… Mire, esta primera foto... sin duda es una pierna rostizada, he aquí el centro, la rótula, y el resto no está porque ardió en las llamas.
     ─¿Y esta segunda?
     ─Este desorden parece cabello chamuscado, mire estas horquetillas, parece que se ensañaron halándolas, ¿y hacia el centro?, sin duda son pedazos de carne.
─¿No es…? ¿madera?

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     ─¿Que no ha leído usted el Popol Vuh? De allí vienen los hombres de madera; es posible que hayan sido estos los culpables de tal incendio, total, son hombres; qué otros bichos acabarían con tanto en tan poco tiempo.
     ─Sin duda tiene usted razón.
     ─En lo de los bichos.
     ─En lo de los pelos chamuscados. Y esto blanco parece…
     ─Ni lo pensemos.
     ─¿Entonces qué le digo a la Santa Sede?
     ─Que hubo un encuentro de dos mundos, que mientras fueron desconocidos se entendieron y llegaron a creerse uno parte del otro. Dígales que amaron en el otro, aquello que los hacía diferentes, pero que al descubrir que una de sus partes podía entrar en la otra, hiriéndola, se dedicaron a saquearse, y como en toda guerra, ardió el fuego, levantaron incendios dejando una reguera de blancos por doquier; dígales, que como les parece placentero, ceden al encontronazo, antes de pasar por la Santa Sede.
     ─Hermano Agustín, mejor yo me encargo de los asuntos de la Sede.
     ─Y yo de las que ceden, hay que combatir esos demonios.

FIN

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imágenes de @saulos, ver en el post del Concurso.

Creo que el extraño juez es @ramisey.

Imágenes tomadas de Pixabay y editadas en Canva monje, mujer. Aprovechen y partiicpen.

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