Cada día sentía como me quería con todo su corazón. Y aunque quisiera decir que era recíproco, lo cierto es que simplemente lo daba por sentado.

Sentía que, sin importar lo que pasara, ella seguiría allí, justo a mi lado, recogiendo las pequeñas migajas de mi cariño, esas que de vez en cuando dejaba caer. Sí, sé que suena terrible, pero si te quedas hasta el final, seguro podrás alegrarte un poco por la forma en la que termina la historia.

Un beso, un abrazo, un simple te quiero o un te extraño, era todo lo que ella necesitaba de mí para sentir que había esperanza de estar juntos por siempre y, aunque ahora sé que era lo peor del mundo, no me sentía mal haciéndolo.

La verdad es que no había un día en que la pensara, pero nunca tuve que esforzarme por hacerla feliz. Su amor por mí era tan grande, tan inmenso, que alcanzaba para cubrir la necesidad de ambos. Y suponía que así sería por siempre. Tonto de mí.

Y un buen día lo supe. Sin que ella me lo dijera, sin que un gesto fuera necesario, solo lo supe. Ese día, al necesitarla, fui tras ella a buscarla, logré abrazarla, y lo hice con todas mis fuerzas, mientras ella solo lo hizo por compromiso. Ahí entendí que la había perdido para siempre, y yo que creía que siempre estaría para mí. Tonto de mí, tonto de mí.

Ahora aquí, en medio de mi triste y fría soledad, vienen a mi mente esos momentos en los que, por orgullo, arrogancia o simplemente indiferencia, no le demostré amor, ese amor que por ella sentía, amor que aún siento y que, paradójicamente, ahora es más grande que nunca, justo después de haberla perdido. Tonto de mí, tonto de mí.

Hoy su corazón no late fuerte por mí, simplemente no está y, aunque aún hay cosas que me producen algo de felicidad, nada se compara con la emoción que sentía mi corazón al verla, especialmente cuando sonreía. Pero ya es tarde para decírselo, porque después de intentar una y mil veces ganar mi corazón, o conseguir que de verdad le demostrara amor, siempre sin éxito, ella decidió partir.

Debo confesar que la he buscado por todas partes, visitando lugares comunes para los dos, pero no está. Es solo su ausencia la que aparece a cada sitio donde voy, esa que me recuerda lo triste e insignificante que soy. Y, sobre todas las cosas, que me hace sentir tan tonto por no valorar el amor verdadero y maravilloso que me ofrecía.

Quizás ya no tenga sentido decir que me arrepiento, sobre todo porque es ella quien debería escúchame decirlo, pero es la verdad, y nadie puede negar que, si hubiera sabido que este sería el resultado, habría actuado diferente. Y si un día la veo, sin ningún miedo, le diría que sigue siendo mi vida entera y que, por mucho que pase el tiempo, así será por siempre. Pero cada día que pasa sin verla, es una daga más a mi débil esperanza. Mientras tanto, solo sigo repitiéndome una frase que me describe y me destruye por completo: tonto de mí, tonto de mí.

Every day I felt how he loved me with all his heart. And even if I wanted to say it was reciprocal, the truth is that I just took it for granted.

I felt that no matter what happened, she would still be there, right next to me, picking up the little crumbs of my affection, the ones she dropped from time to time. Yes, I know it sounds terrible, but if you stick around to the end, I'm sure you can rejoice a little at the way my story ends.

A kiss, a hug, a simple I love you or I miss you, was all she needed from me to feel like there was hope for us to be together forever and, even though I now know it was the worst thing in the world, I didn't feel bad doing it.

The truth is, there wasn't a day I thought about her, but I never had to go out of my way to make her happy. Her love for me was so great, so immense, that it was enough to cover both our needs. And I thought it would be like that forever. Silly me.

And one fine day I found out. Without her telling me, without a gesture being necessary, I just knew. That day when I needed her I went after her to look for her, I managed to hug her, and I did it with all my strength, while she only did it out of commitment. That's when I understood that I had lost her forever, and I thought she would always be there for me. Silly me, silly me.

Now here, in the midst of my sad and cold loneliness, come to my mind those moments when, out of pride, arrogance or simply indifference, I did not show her love, that love I felt for her, love that I still feel and that, paradoxically, is now greater than ever, just after having lost her. Silly me, silly me.

Today her heart is not beating strong for me, she is simply not there and, although there are still things that bring me some happiness, nothing compares to the emotion my heart felt when I saw her, especially when she smiled. But it's too late to tell her now, because after trying a thousand times to win my heart, or to get me to really show her love, always without success, she decided to leave.

I must confess that I have looked for her everywhere, visiting places common to both of us, but she is not there. It is only her absence that appears everywhere I go, that reminds me how sad and insignificant I am. And, above all things, that makes me feel so foolish for not valuing the true and wonderful love he offered me.

Maybe there's no point in saying I regret it anymore, especially since she's the one who should hear me say it, but it's the truth, and no one can deny that, had I known this would be the outcome, I would have acted differently. And if one day I see her, without any fear I would tell her that she is still my whole life and that, no matter how much time passes, it will be so forever. In the meantime I just keep repeating to myself a phrase that describes and destroys me completely: silly me, silly me.