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Eva regresó al dormitorio a medianoche y subió directamente a su habitación. Estaba cansada y decidió no aprovechar la bañera de hidromasaje o la sauna y las duchas disponibles a su disposición en el campus.

Eva se acostó encima de su cama con todas las luces apagadas excepto la luz de lectura en su escritorio. Sus ojos estaban pesados, así que los cerró pero no podía sentirse cómoda. De repente, como si alguien hubiera accionado un interruptor, se quedó dormida.

Ella soñó esa noche, pero no estaba segura de si era un sueño o algo real porque parecía muy realista. En el sueño, ella estaba caminando a través de un vasto campo de flores. El sol brillaba intensamente sobre su cabeza y la brisa se sentía fresca contra su piel. Le recordaba a Eva cuando era pequeña y pasaba los veranos con su abuela en su casa de campo.

Este era un lugar con el que estaba muy familiarizada. Caminó más hacia el campo hasta que se encontró con una pequeña casa hecha de troncos. Había una ventana en la parte delantera de la casa y dos puertas que conducían al interior. Eva se acercó a la puerta más cercana a ella, pero dudó antes de entrar.

— ¿Abuela? preguntó en su sueño. — ¿Eres realmente tú?

Una voz suave respondió: — Soy yo.

Eva abrió la puerta y entró. No había muebles, excepto una mesa de madera cerca del otro lado de la habitación. Sobre la mesa, había varios libros y fotografías. Una fotografía llamó la atención de Eva. Era de una mujer que se parecía mucho a su abuela. A medida que se acercaba, Eva vio que la mujer tenía un parecido sorprendente con la propia Eva, pero no eran gemelas idénticas.

— ¿Quiénes son estas personas? preguntó.

La voz respondió: — Son mi familia.

Eva echó otro vistazo a la foto y notó que el hombre sentado junto a la mujer llevaba gafas. Estaba sonriendo, pero su expresión cambió mientras la miraba directamente. Su sonrisa se desvaneció y lo siguiente que Eva supo es que se estaba despertando con un sudor frío.

Se sentó en la cama y se dio cuenta de que acababa de experimentar una intensa pesadilla. Miró el reloj en su mesita de noche. Decía 3:33 am. Podía escuchar el débil sonido de las voces que venían de afuera de su puerta. Pensó que tal vez algunos de sus amigos todavía estaban despiertos. Eva se encogió de hombros y decidió volver a dormir.

Eva se despertó de nuevo a las 5:00 Se estiró y bostezó mientras se frotaba los ojos. Se levantó de la cama y se preparó el desayuno en el comedor antes de dirigirse al centro de entrenamiento. El ejercicio de entrenamiento de hoy era una carrera de obstáculos y estaba bastante emocionada por ello, pero todavía era difícil olvidarse de su intenso sueño de anoche. Eva pensó en lo que su abuela había dicho.

Son mi familia, le había dicho a Eva en el sueño justo antes de que la imagen cobrara vida y la expresión en el rostro del hombre cambiara.

Eva no podía dejar de pensar en esa voz y en las demás de la foto. ¿Quiénes eran? ¿De dónde vino esta voz? ¿Era normal tener este tipo de sueño extraño?

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Si tan solo pudiera obtener respuestas a esas preguntas, se sentiría mucho mejor. Se fue a dormir esa noche, con la esperanza de encontrar más respuestas en otro sueño.

Esa noche, Eva visitó la misma casita hecha de troncos durante su sueño una vez más.

Escuchó el suave sonido de los pasos que se acercaban y luego una voz dijo: — Hola.

— ¿Quién está ahí? preguntó.

La voz respondió: — Soy tu abuela.

— ¿Abuela? Eva repitió.

— Sí, respondió la voz.

Eva extendió la mano a la fotografía pero dudó antes de tocarla. ¿Por qué dudaba? Ella no quería hacer nada que pudiera causarle ningún daño a ella o a la fotografía.

Lentamente extendió su mano hacia la fotografía y la tocó. Inmediatamente después, Eva sintió una sensación de hormigueo corriendo por su cuerpo. Sintió como si su corazón latiera rápidamente. Nada más empezar, la sensación pasó y Eva soltó la fotografía.

— ¿Estás bien? preguntó la voz.

— Sí, respondió Eva. — Lo siento, creo que me estoy acostumbrando a esto ahora.

— Lo estás haciendo bien. Debes estar enfocada y decidida. La imagen no te hará daño.

— ¿Cómo sabes eso? preguntó Eva.

— Porque estoy a cargo aquí, y no hará nada para causarte daño.

Eva echó otro vistazo a la fotografía. El hombre de la foto la miraba fijamente. Había un pequeño toque de tristeza en sus ojos.

— ¿Puedes verme? le preguntó a su abuela.

Su abuela respondió: — Sí. Necesitas echar un buen vistazo a esta foto querida.

— ¿Por qué?

— Porque encontrarás información importante en ella. Verás, tienes una familia más grande de lo que piensas. En realidad no soy tu abuela, sino su hermana gemela.

Eva se sorprendió, nunca supo que su abuela tenía una hermana gemela.

— A tu abuela y a mi nos separaron cuando éramos muy jóvenes, y nunca más nos volvimos a ver. Necesitas echar un vistazo a la fotografía, encontrar ese lugar e ir allí. Mis descendientes, tu familia, necesitarán tu ayuda pronto, querida.

Eva se despertó con el sonido de su despertador sonando. Eran las 6:30. Pasó el resto del día pensando en lo que la hermana gemela de su abuela le había dicho.

Se preguntó cómo encontraría el lugar donde se tomó la foto, pero pensó que Internet la ayudaría de alguna manera. Esa noche, mientras dormía, Eva echó un buen vistazo a la foto para recordar todos los detalles posibles al respecto, estaba decidida a ir a buscar este lugar e ir allí.

La foto fue tomada frente a un bar, y en la parte posterior de la imagen, estaba escrito el nombre de la ciudad. Pasó varios días buscando fotos en línea y explorando usando Google Maps, hasta que encontró lo que creía que era el mismo lugar. Sus próximos pasos serían empacar y comenzar el viaje para conocer a la familia que nunca supo que tenía.

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