Reto Hispaliterario 3 Un Paseo Peligroso

La brisa golpea con ímpetu el rostro de Alexander, mientras este entorna un poco los ojos para evitar que el polvo penetre en ellos. Avanzando raudo por el camino de tierra, pedalea con fuerza para que su bicicleta adquiera más velocidad. La sensación de rapidez y el viento soplando fuerte en sus oídos, enerva sus sentidos y se siente volar. Un delicioso resoplido que le sabe a libertad y grandeza. Los campos, ahora verdes, luego con diferentes tonalidades de rojos, desfilan como en una película a su derecha e izquierda, impregnando el ambiente del característico olor del tomate maduro. Sin duda alguna, vivir en el campo ha sido la mejor experiencia que ha tenido en los últimos días.

Luego de sortear una ligera curva a la izquierda, se encuentra con una pequeña colina que desciende hasta el paso de un pequeño riachuelo, para luego girar y subir a la derecha. Alexander se inclina para ganar velocidad en la cuesta abajo y siente como el viento se vuelve más denso y ruidoso. De pronto, casi llegando al final de la suave colina, se da cuenta de algo oscuro atravesado en la vía. Levanta su cuerpo para observar mejor mientras se acerca y al definir exactamente de que se trata, el miedo lo invade y trata bruscamente de detenerse, bajando los pies de los pedales al suelo. Sus zapatos tocan la tierra y comienzan a levantar un remolino de polvo, mientras lucha con el manubrio para mantener el equilibrio. En todo este trance, no ha dejado de observar al enorme escorpión que se ha detenido exactamente en medio del camino. Ya a unos pocos metros del gran insecto, logra desviar la bicicleta hacia el borde de la vía y se detiene cuando ambos caen al suelo. Rápidamente, se incorpora para no perder de vista al extraño y tenebroso animal que ha truncado su aventura en bicicleta.

Alexander, mientras su corazón bombea con fuerza y sus pulmones trabajan a ritmo acelerado, mira fijamente al escorpión que sigue inmóvil en medio del camino. Sin dejar de ver al animal, levanta la bicicleta y la coloca en dirección del camino ya recorrido. Aunque no tiene claro las medidas del intruso que obstruye la vía, de algo está seguro:

— ¡Dios mío! ¡Este bicho es enorme!

Instintivamente, toma más distancia del insecto sin dejar de observarlo. Se pregunta si estará vivo, aunque por el brillo que emana, da por sentado que es seguro que lo está. Avanza unos pasos alejándose, a fin de sentirse más seguro. Piensa para sí que con tantas patas, seguramente se moverá muy rápido y capaz pueda alcanzarlo. Recuerda por un instante que tiene una misión que cumplir más allá de donde se encuentra el escorpión tranquilamente detenido. Pero su temor, combinado con su instinto de supervivencia, le intuyen a desistir de la misma. De pronto, observa espantado como el escorpión levanta su enorme aguijón. Algo de lo que se percata en ese mismo instante, es que el escorpión está observándolo. Aunque no ve claramente sus ojos, siente su mirada, tan negra como su oscura coraza. El animal alza un poco más su puntiaguda cola y da un primer paso en dirección de Alexander, lo cual es motivo suficiente para que este inicie una veloz y frenética carrera de huida.

Varios minutos después, pedaleando como un desaforado, Alexander llega a casa de su tía. Su veloz carrera para alejarse del espantoso animal, lo llevo a no detenerse por ningún motivo, pasando sin mucho cuidado y a gran velocidad por los pequeños arroyos que atraviesan la vía hacia el campo donde su tío lo esperaba. Al verlo todo sudado, cansado y cubierto de polvo y barro, esta le pregunta:

— ¿Ya fustes tan rápido? — mientras detalla la bicicleta con curiosidad.

— ¡No, mi tía! ¡Me encontré un monstruo en el camino! — le responde el joven, aun resoplando por el cansancio y el ajetreo.

— ¿Como que un monstruo muchacho? ¿Y no le llevaste la comida a tu tío? — le pregunta la tía con expresión sorprendida, al ver el paquete con el almuerzo del esposo, el cual debía ser entregado por Alexander en la finca de este— ¿Y ahora que va a comer ese hombre? — recalca ahora con voz más suplicante.

— No que va mi tía, yo no vuelvo por ese camino — responde Alexander, convencido de que ha salvado la vida del ataque de un implacable depredador.

— Estos muchachos de la ciudad, le temen a un gusano. Ahora, ¿quién aguanta aquel viejo, molesto y con hambre? — refunfuña la tía, mientras se dirige a la cocina a seguir sus quehaceres diarios.

«No que va, yo me regreso para mi casa, ya no quiero seguir pasando vacaciones en este campo, con ese monstruo rondando por allí» piensa Alexander mientras observa la bicicleta que ahora está bastante sucia y con la llanta trasera desinflándose «y te llevaré conmigo, me has salvado la vida fiel bicicleta» concluye con un hondo suspiro.