Tomo estas letras para invitarte a recuperar una hermosa palabra. Palabra que por nuestras incoherencias morales, por nuestra relatividad ética o simplemente por nuestras humanas debilidades ha caído en desuso: Benevolencia.
La palabra benevolencia es un término que muchos damos por conocido y llegamos a asociarlo con empatía o simplemente con algo que es manso o humilde, pero pocas veces lo relacionamos con aquello que es bueno. De allí que esté mal relacionada, surgiendo la obligación de recuperarla, desde lo práctico, porque nos impulsa de forma auténtica a obrar por buenas intenciones y no, por intereses.
Cuando hablamos de benevolencia estamos haciendo referencia a la inclinación del hombre a hacer el bien, lo que se traduce en una sociedad donde todos queremos ser buenos y ello se evidencia con quienes convivimos, en virtud que nuestras acciones siempre estarán enfocadas en beneficiar a los demás, incluso si nuestro bienestar se ve comprometido.
Por ello, la benevolencia no es mansedumbre o empatía, aunque puedan utilizarse como sinonimias, porque ello es la más verdadera expresión de humanidad que podemos poseer frente a los que nos rodean, lo que se expresará en actuaciones de ayuda con quienes nos rodean para avanzar y alcanzar la felicidad que buscan, por el hecho que este valor nos permite ser más atentos y sensibles ante las necesidades de los demás.
Ser benevolentes en nuestro diario vivir, nos facilitará el poner nuestro corazón en una actitud de generar buenas obras, viviendo nuestra humanidad, gozando de paz y tranquilidad, sabiendo que quienes nos rodean son parte de nuestros éxitos y sueños.
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