Hilo Rojo

Hilo Rojo

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No sé porque escribo esto en tercera persona, no sé si tú vas a terminar de leerla hasta el final, no se si alguien va a conocer este texto, pero lo que sí quiero es que alguien la conozca y ese alguien no me conozca a mi, solo quiero dejar ir este texto por la historia y que llegue a tus manos por alguna razón. Solo quiero hacerte saber que alguna vez conocí mi hilo rojo, si, esa leyenda japonesa que dice que todos nacemos con un hilo rojo amarrado a tu meñique derecho y que al otro extremo está amarrada otra persona en el mismo dedo meñique, el hilo se extiende y se encoge pero jamás se rompe y dice que esas dos personas están destinadas a quererse siempre así no estén juntas pero que en alguna época de tu vida la vas a conocer, eso sí. Te digo que al verla, la primera vez, fue hermoso, ni siquiera me di cuenta cuando entró a mi oficina, para que me la presentarán, pero inmediatamente la vi, fue algo extraño que se me pasó por la cabeza, tez blanca, nariz respingada, cabello recogido, se esmeraba porque no le quedara ningún cabello mal posicionado, todos apuntaban hacia la cola de caballo que se hacía al final, no sé de qué forma lo hacía, boca muy fina, poco maquillaje, caderas pronunciadas y piernas largas, por supuesto no te voy a decir el nombre, ya que su amor conmigo era prohibido; pero esa tarde, se me metió en la cabeza que debía conocerla y que era una de las mujeres más bonitas que habían pasado por mis ojos, era muy refinada, toda una princesa, bastante mimada por el padre, se le notaba; muy inteligente y lo que más me gustaba era que notaba las pequeñas cosas hermosas de la vida que muchos ya no lo notan, su risa era juguetona, tenía una mirada coqueta y una sonrisa que podría hacer rendir ejércitos. No te voy a decir cómo nos relacionamos, esos detalles no son importantes, lo importante es lo tanto que me hacía sentir, que intensidad de todo, querer, amor, necesidad, cariño, ternura, te hacía sentir que te necesitaba, que vos eras alguien bueno, al final de tantos males que has hecho y que en el mundo todavía hay esperanza, yo creo que los dos nos relacionamos, porque estábamos cansados de lo mismo, de ver la vida tan vacía, tan llena de nada, los dos nos habían herido, los dos habíamos sobrevivido a amores, a quizás, a rechazos y era hora de tener algo hermoso por variar. Cuando me besaba era como tener un chorro infinito de miel y que vos te pusieras abajo con tus labios y empezaras a tomar de a poco ese néctar, pero no era elegante, imagina que esa miel te cae en la boca pero no de manera perfecta, sino que te untas todos los labios y solo dejas que un poco de esa dulzura entrara en tu boca y llegara a tu lengua a estimular ese gusto dulce tan característico de la miel, pero solo un poquito de ese dulce, apenas perceptible. Un abrazo de ella eran energías totales para ti, te recargaba, para irte a comer el mundo, solo con un abrazo te sentías capaz de hacer cualquier banalidad terrenal, te daban ganas de más, ella me apretaba tan fuerte, yo la correspondía con mi fuerza. Creo que me quizo, si, la hice sonrojar muchas veces, le hice quebrar la voz alguna vez, hice que se quedara callada, de solo pensar si era posible todo eso que yo decía. Hacerle el amor, porque no fue solo sexo, para mí no lo fue, le hice el amor, y sentirla era tan diferente a las demás mujeres que me aterraba, me acuerdo que una vez fue tan intenso mi orgasmo, que me dije a mí mismo, vas a dolerme mujer cuando te vayas; como te decía, era hermoso hacerle el amor, solo estábamos los dos, yo dentro de ella, solo me agarraba fuerte de los brazos y cada vez que entraba fuerte ella doblaba los dedos índices, su mirada era perdida, me miraba, pero no era a mi, se perdía en el placer, sudaba conmigo, se entregaba entera, era toda mía, no pensaba en nada más, solo en ese momento, y me entendía tan bien, que llegaba muy adentro de ella; su sexo era largo, delgado, sus labios no era tan pronunciados, una entrada al placer muy linda, sus senos era apenas lo que quiero en una mujer, sus areolas apuntaban a lados diferentes, eran blancos, puros, hermosos, ella era natural, imperfecta, una que otra estría, eran como pincelazos beige sobre su lienzo blanco, tenía muchos lunares, alguna vez le dije que esos lunares al ser el universo infinito, en algún lugar del cosmos, exactamente esos lunares coincidían con las estrellas y créeme que me lo creía, me gustaba admirarla, ya que sabía que algún día iba a plasmarla en estas palabras, estar dentro de ella, es de las mejores experiencias que he tenido y aunque sabía que en algún momento se podía ir e iba a doler mucho, era necesario tener esa experiencia para mí, era innegable tirarme al precipicio, es como si te fueran a meter a la guillotina y vos aceptaras con todo gusto. La quise, la amé, al final pasó lo que debía pasar, terminó yéndose, no sé cuál fue la razón de su forma tan abrupta de cortar las cosas, no sé si no era verdad lo que decía, no sé si alguien más la enamoró, no sé si su esposo la volvió a conquistar, el hecho fue que se fue, casi escapándose de terror, ella es algo insegura, aunque era bella no estaba conforme con su aspecto, le aterroriza que el amor de su vida o la persona a la que le entregara el corazón se fuera con alguien más; aunque se lo dije muchas veces, no comprendió que a una mujer no se le ama por su aspecto, sino por las sensaciones que esta le provoca a un hombre en el cuerpo y en el alma.
Fue muy intenso... si la voy a volver a ver? No se, nunca la detuve, el amor solo se da, simplemente eso, hay que dejarlo entrar y salir de tu vida si así lo da las circunstancias, no hay que imponer nada, no hay que decir nada... Por supuesto que la quiero, creo que nunca la voy a dejar de querer, se quedó en mi paladar, su aroma lo percibo y se me viene inmediatamente a la cabeza... Si, créeme conocí mi hilo rojo.

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