Desde hace ese noviembre empecé a fijarme que el color naranja es muy lindo y esos tonos sin darme cuenta se incorporan en mi vida diaria y ojalá se queden para mucho más.
Cuando afuera el único color es blanco o gris, necesito un poquito del sol.
Necesito un poco de sonrisa, risa y un par de abrazos de oso.
El olor de naranja, limón, canela y clavo que se queden durante los días un poquito más débiles.
Además, para hacerlo más exótico, añadimos chía. Un par de cucharitas.
Y lo disfrutamos cada vez cuando nos pongamos mal de humor o lo preparamos para uno que se sienta mal. Sin duda, es bonito cuando uno te traiga una tacita de té porque ese cariño es contagioso.