Una Vida de Fe

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Mi estimados lectores, hoy quiero compartirles un tema que, poco a poco, se ha alejado de nuestras vidas. Se trata de la fe. ¿Cuántas personas han perdido la fe? ¿A cuántas personas les importa qué les ocurrirá después de la muerte? ¿Cuántos estamos conscientes de que nuestra vida no termina con la muerte?

Pasamos muchos años, estudiando, aprendiendo una profesión, luego trabajamos, nos casamos, vivimos en familia y le enseñamos lo mismo a nuestros hijos: estudiar, aprender una profesión y luego trabajar. Además de ello, medimos el éxito por la cantidad de posesiones; sin embargo, ¿será que la humanidad siendo quien es, existiendo desde que existe y teniendo la inteligencia y los sentimientos que tiene existe para aprender, comer, beber y hacer nuestras necesidades?

Evidentemente, no. Esa no puede ser la razón de nuestra existencia; sin embargo, la hemos llevado a ese reduccionismo. La búsqueda de la comodidad, la posibilidad de seguir buscando más y más bienes materiales y comodidades nos ocupan toda nuestra vida; sin pensar en cuán vacío podemos llegar a estar. Lo más próximo que estamos a la felicidad es la obtención de una pareja que nos acompañe toda la vida y la felicidad de ver crecer a nuestros hijos; pero, más allá de eso, no vemos más.

Es por ello, que hoy deberíamos preguntarnos si, de verdad, creemos que hemos nacido para eso. La respuesta obvia es que no. Nosotros nacimos para vivir para siempre. Cuando nuestro cuerpo muera, nuestra alma tendrá que rendir cuenta de nuestros actos; pues, es allí donde Dios nos preguntará ¿qué hicimos por los demás? ¿qué hicimos por aquellos que necesitaron de nuestra ayuda? ¿cuánto amamos realmente?

Pensemos que si existimos aquí es porque tenemos una misión, y esa misión tiene que ver con la entrega que demos de nosotros a los demás. No podemos llevarnos nada de lo que compramos acá en la tierra, no nos llevaremos casas, carros, propiedades; pero, sí nos llevaremos todo el amor que logremos acumular aquí en la tierra. Por ello, es necesario que comencemos a pensar como hombres y mujeres de fe.

La fe es la respuesta del hombre a Dios. Y él nos llama a servir a los hermanos, a vivir entregados a hacer el bien. Nuestra vida sólo tendrá sentido cuando amemos más, no solo a nuestros seres queridos, sino a aquellos que nos han herido. La respuesta del hombre a Dios se consigue orando constantemente y pidiéndole que nos haga semejantes a él. Sólo mediante la oración constante nos haremos sensibles al amor de Dios, y una vez impregnados de ese amor, seremos generosos en dar, en escuchar, en amar a nuestros hermanos.

Y cuando, finalmente partamos de este mundo podremos hacerlo con la plena convicción de que hicimos todo para honrar al Señor en el hermano, para dar de comer al hambriento, de beber al sediento, de vestir al desnudo, de visitar al enfermo, de velar por el encarcelado; en una palabra de amar a nuestro hermano, a nuestro prójimo.

Sólo mediante la búsqueda de Dios, mediante una vida de fe podremos vencer la tentación de hacer de nuestra vida una vida exclusivamente para nosotros y para aquellos que nos interesan; y podremos darnos generosamente a todos aquellos que nos necesitan.

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Bendiciones para todos...

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