Fue un día de tormenta.
Y a pesar de todo mi esfuerzo por mantenerme a flote encalle en sus marrones ojos, tan dulces como el café. Me salve porque así ella lo quiso.
No había a donde huir pues el agitado mar tomaba las riendas de mi pequeño navío.
A pesar de todo lo que hacia para evitar estrellarme y perder lo poco que me quedaba.
Buscaba incansablemente un pequeño lecho de tierra donde poder aguardar.
Mientras el huracán azotaba mi ubicación, no había nada a la vista, pero realmente me encontraba tan desolado en ese tormentoso océano ? (era la pregunta que no dejaba de pasar por mi mente).
Fue entonces...