Cuando Arturo nació, un 2 de abril del 2014 está claro que en la familia lo esperábamos con ansias: un niño llegaría a colmarnos de alegría y a llenar de inocencia el agobiante mundo de los adultos. Para mi, su tío, era no menos que un maravilloso regalo de la vida y hoy en día no ha sido de otra manera.
Hace poco, el Rey Arturo cumplió 8 años, donde no ha hecho otra cosa que crecer haciéndonos felices, sorprendiéndonos de su espontánea inocencia y sus análisis críticos, que obviamente nos dejan boquiabiertos, es un consentido, porque no tienes más remedio que consentir a la felicidad. Un niño no es otra cosa que eso: una felicidad que anda, que te mira, que respira y que no te deja más opción que amarle infinitamente.
Fue una celebración un tanto improvisada, pero según las propias palabras del niño muy emocionante, en la que se divirtió mucho y la diversión de un niño, no tiene precio y no debe esperar por nada, el sonido de su risa llena cada espacio del alma, regándola como agüita fresca de lluvia en el estío.
Feliz Vida Querido Sobrino