Hilando el destino | Relato

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Ariadna de Creta

Todo estaba saliendo exactamente como ella siempre lo había soñado, su historia se desarrollaba a la perfección. Y, no hacía falta observar con demasiada atención porque la mirada de Ariadna resplandecía mucho más que el brillante sol sobre su cabeza, respondiendo de manera silenciosa por sí mismos a la pregunta no formulada; era inmensamente feliz.

Fue entonces, si, fue por aquel entonces. Cuando el castillo de naipes en que se había convertido su vida sin notarlo comenzó a derrumbarse. Una a una, las mentiras con las que su actual existencia había sido escrita, empezaron a caer, no de manera aislada, si no de golpe y todas al mismo momento.

De manera despistada en primera instancia, se percató de que una gran parte de su realidad, ese dulce sueño que la mantenía en pie y le daba motivación para continuar no era más que por ironías del destino o por venganza de los Dioses debido a su terrible comportamiento una simple fantasía.

Lo ocurrido en casa, las intensas miradas de soslayo que él le había arrojado desde el primer momento en que sus pies se posaron sobre la caliente arena de su reino, las sonrisas, la triste historia de como había terminado allí, en tan cruel destino un ser tan angelical como él, viéndose obligado a luchar contra una bestia terrible e insaciable como el minotauro y sin ninguna forma de escapar del laberinto, nada de eso en ningún momento fue más que un simple juego de espejos que permitían reflejar únicamente lo que él quería dejar ver de sí mismo.

Fue entonces, si, fue entonces… Cuando se encontró a sí misma abandonada en una isla en el medio del enorme y deslumbrante océano, justo en medio de la nada. Fue utilizada, como herramienta para su supervivencia, como esposa y como amante. Aunque, en realidad nunca llego a ser más que una molesta brisa aislada que nunca tuvo la oportunidad de transformarse en tormenta en el cielo oceánico siempre despejado de Teseo.

Ella sentía que su vida, no había iniciado hasta el instante en que sus preciosos ojos azules se posaron sobre su piel, haciéndola arder ante la expectativa tantas noches antes en Creta y consideraba absurdo e injusto siquiera pensar en separarse de su amado héroe.

Fue luego, si, fue luego, cuando Dionisio la rescató de su infame final y la llevo en forma divina al Olimpo, pidiendo para ella el regalo, o tal vez en su caso la maldición de la vida eterna.

Si, fue en ese momento, cuando comprendió que el corazón indomable de Teseo, semidiós, su héroe, hijo de Poseidón, Dios de los mares, removedor de tierras.


 
Jamás, ni por el más brevísimo instante, fue suyo.

Este corto relato está basado en el mito griego del Hilo de Ariadna.

¡Muchas gracias por leer!





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