Norteña

Ya no mastico desde las entrañas.

Máquina vacía de pureza.

Vacía de belleza.

Siento el alma resbalar por entre las piernas.

Nos alejamos cogidos de la mano.

Callejeando por calles borrosas.

Sin sentir la vida golpearnos en el pecho.

Adormecida.

Podía notar el tacto de tu mano contra mi mano.

El tacto de tu mano acariciando mi mano fría.

La mano que guiaba pasos fugaces.

Era una lastima.

Era una pena.

Se abría un espacio en derredor.

Que no se volvería a cerrar.

Me di cuenta el otro día:

“hemos perdido todo, no queda nada ya,

ahora lo que odio y lo que somos casi es igual”.

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