En esa etapa universitaria, nuestros esfuerzos eran centrados, en obtener buenas calificaciones, ser el mejor de la clase, hacer intensivos para adelantar asignaturas, llegar temprano a la universidad para tener un buen puesto en el estacionamiento, compartir opiniones con los compañeros y disfrutar de la vida nocturna de la ciudad en los tiempos libres, y pensar en cuando me gradué tendré mi oficina en el centro de la ciudad, seré Juez, magistrado del Tribunal Supremo de Justicia. Con el título de abogado bajo del brazo, decidí continuar estudiando, realice una especialidad, un componente educativo, y he dedicado mis días a impartir clases en el área del Derecho, disfruto al máximo compartir con los estudiantes ansiosos de nuevos aprendizajes, y con el rostro lleno de emoción cuando conquistan el preciado título.
Hoy en día, en los tiempos tan convulsionados en los que vive mi país Venezuela, los jóvenes se hacen estas preguntas, ¿estudiare una carrera que me sirva en el extranjero?, ¿no seré abogado porque las leyes no se aplican?, ¿tendré que irme de Venezuela?, en mis aulas de clases cada vez son menos los estudiantes, y yo sigo allí apostándole a los pocos que quedan, ofreciéndoles herramientas de motivación y ayudándoles a continuar, no desmayar, nuestro futuro está sus manos la preparación es la base para echar andar el País, el emprendimiento lograra grandes cambios y proporcionara nuevas oportunidades.