UN MENSAJE DEL MUERTO

Era una noche hermosa y después de haber acostado a su hijo, Yumel se fue a la cama, cansada del quehacer del día rápidamente se quedó dormida, una vez que pasaron las horas comenzó a soñar que fue invitada a un matrimonio aunque no conocía a los novios, una vez en la fiesta, bailo hasta que no aguanto los pies y se divirtió hasta mas no poder, al terminar esta, fue invitada a otra fiesta por los amigos con quienes había asistido.

A medida que se acercaban al lugar de la fiesta, un escalofrío recorrió todo su cuerpo y el miedo se fue apoderando de ella, pues presentía que no era una fiesta normal. Y en efecto así fue la llevaron al cementerio donde estaban celebrando el día de los muertos.


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Al llegar a la puerta del cementerio Yumel se negó a ingresar, debido a que si entraba, no iba a poder conciliar el sueño al regresar a su casa, pero pudo más la insistencia de sus amigos, quienes le aseguraron que no le pasaría nada y que con ellos estaba segura.

Entro y despavorida observaba a los difuntos caminar de un lado a otro, se aferró fuertemente al brazo de uno de sus amigos, miraba hacia todos lados y se sentía desfallecer, cuando de pronto uno de los muertos se acercó y le dijo con voz gutural, ¡hola, no te acuerdas de mí! .


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Sacando fuerzas le contesto, si te conozco y lo miro de arriba hacia abajo llamándole la atención una horrible herida que tenía el difunto desde el cuello hasta la parte baja del ombligo.

El finado le dice, yo soy Lucas el hijo de tu vecina y quiero transmitirte un mensaje para mi madre, por favor dile que soy feliz y que no sufra más por mí, aquí he encontrado la felicidad y pronto me voy a casar, al decir esto le señalo a la mujer, la cual se encontraba vestida con un hermoso traje de novia. Por favor no olvides darle el mensaje a mi madre y a medida que Yumel se alejaba sus palabras se repetían como un eco.


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Aquella mañana Yumel despertó cansada como si no hubiera dormido, se levantó, preparo el desayuno y atendió a su esposo e hijo. Pensativa e inquieta sentía que le faltaba algo por hacer. Al salir su esposo con el niño a sus quehaceres diarios y al quedarse sola, buscaba y no hallaba que le faltaba.

Extenuada de buscar abrió la ventana del frente de su casa y al mirar hacía el otro lado de la calle lo recordó todo e inmediatamente se dirigió a la casa de la vecina, encontrándose esta regando sus matas y con unas ojeras terribles como si no hubiera dormido en décadas, la recibió.

De un solo tirón le contó el sueño a aquella atribulada mujer, cumpliendo de esta manera el mandado del difunto, la vecina estallo en un llanto contagioso y entre sollozos le dijo que su hijo tenía cinco años fallecido y todavía ella lo esperaba día tras día, y que desde su muerte casi ni dormía pensando en él y que ahora gracias a ella descansaría, pues sabía que su hijo era feliz y que dios había escuchado sus ruegos.

EL DOLOR DE UNA MADRE POR SU HIJO ES ETERNO

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