Mis zapatos rotos.


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No importa el tiempo que me lleve, cuantas lunas tenga que ver caer, cuantos amaneceres tenga que esperar. No importa incluso, cuantas millas deba caminar, con mis zapatos rotos, iré paso a paso hasta el final.
Querida vida, gracias por enseñarme que nadie puede ponerse en mis zapatos, porque nadie calzaría igual que yo. Pobre de ellos, que están desgastados y a doloridos como mis pies, tan cansados de andar como mis rodillas, pero de ellos aprendí que no importa el dolor, si aún no llegas al final, no hay que parar.
No hay manera fácil, de pasar un trago amargo, pero las tormentas me enseñaron a bailar y entonces, las lluvias ya no son solo días grises. La vida es cuesta arriba, y no está prohibido mirar abajo, la vista es hermosa y no sólo es la meta, ahora lo importante es disfrutar incluso admirar, el camino.

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