Antropóloga por tres días

Fachada de la Hacienda (casi abandonada) de Dzoyaxché.

El fin de semana pasado fui a tres localidades del sureste de México, todas cerca de mi ciudad, por no decir a una hora y media en vehículo. El objetivo del viaje no era el mero placer, sino aplicar unas encuestas a un sector de la población que podría resultar beneficiada con un proyecto de una ONG (si es que la población en cuestión acepta, claro está). 

El viaje y los recorridos me evocaban recuerdos de aquellos tiempos de universidad. En ese entonces yo apenas iniciaba en el mundo de la antropología práctica; había pasado los últimos 4 años inmersa en la teoría de Marcel Mauss, Pierre Bordieu, Victor Turner, Michel Foucault y otros científicos sociales de renombre que veía en cada una de las materias que se impartían en la carrera. Teoría que tenía qué aplicar de algún modo u otro con la información que recabase en la investigación de campo, un proceso o rito de paso que todo aspirante tiene que hacer para conseguir el ansiado título de antropólogo.

Durante mi viaje por las localidades de Dzoyaxché, Molas y San Ignacio Tesip, las tres pertenecientes a la Reserva Ecológica de Cuxtal, empecé a recordar que ser un antropólogo era algo más que sentarse en una oficina o en una biblioteca a leer. Ser un antropólogo era observar todo y a todos; era ir con la gente, con las personas que son los sujetos de estudio y, en este caso, de futuros candidatos a un beneficio en específico. Es sentarse y charlar con ellas, escucharlas, preguntarles sobre sus necesidades, sobre la comunidad, sobre sus vidas cotidianas. Es ir a explorar lugares que no conoces.

Todo eso me hizo recordar que para eso había estudiado antropología, que para eso me he entrenado y que para eso nos puede emplear el gobierno o una empresa particular: para ser mediadores entre ambos extremos del espejo. 

No niego que ejercer como tal la carrera que he estudiado me ha dejado amplias satisfacciones, desde conocer lugares nuevos hasta comer platillos que nunca antes había probado (carne de conejo, codorniz y venado). ¿Regresaré alguna vez a todos esos lugares? Tal vez sí, tal vez no. Dios dirá. Por el momento, mi trabajo como encuestadora ha terminado.

La gallinita de Guinea de la foto les manda saludos y abrazos.

.-.-.-.

H2
H3
H4
3 columns
2 columns
1 column
Join the conversation now
Logo
Center