LA LUZ | Microcuento

Caminaba por el cementerio. Un frío escalofriante recorría mi espalda y sólo podía prestar atención a las pequeñas lápidas que se encontraban en el suelo. Las fechas eran recientes y solo podía imaginar el dolor de las familias que habían perdido un ser querido; ni si quiera recordaba como había llegado ahí, pero una gran bóveda llamaba mi atención. Estaba cubierta con piedras de color azul y verde, pero no cualquier azul y verde, sino aquellos tonos que eran mis favoritos. Caminé hacia ella y podía notar una luz resplandeciente en su fondo. Al leer la lápida postrada en el suelo, mi piel se erizó, y sentí como si mi corazón hubiera dejado de latir: tenía mi nombre, mi fecha de nacimiento y la dedicatoria que mi madre había puesto en ella. Aterrado, huí de La Luz y corrí al hospital.

23 de noviembre de 2003. Ese, fue el día en el logré esquivar la muerte por una apendicectomía.

Reflexión: No sigan La Luz.