Una decisión complicada

Nuestra gatita se muere; son casi vestidos años acompañándonos, o mejor dicho, acompañando a mi esposa. Yo la conocí cuando tenía tan solo cuatro añitos, y mi llegada a su vida no le hizo demasiada gracia. Al comienzo de mi relación con su dueña no fui demasiado bien recibido, y mi intromisión me costó más de un buen zarpazo. Tampoco yo era muy de gatos, a los que consideraba bastante ariscos; yo era y sigo siendo más de perros, con los que me divierto y empatizo más.

Costó varios años de convivencia que nos aceptáramos y que nos quisiéramos mutuamente; fue cierta ocasión que un tumor de útero casi acaba con su vida y milagrosamente sobrevivió a la operación; en ese momento me di cuenta de que la quería y mucho. Parece ser que ella también se dio cuenta y cada vez más, no solo soportaba mi presencia, sino que a veces incluso la buscaba.

Nuestra gatita no ha envejecido bien y poco a poco se va consumiendo. Tiene varios tumores de mama que no se pueden operar ya que debido a su edad no soportaría la anestesia; también tiene artrosis y cojea ostensiblemente al caminar. Sabemos que siente dolores pero nos consuela el hecho de que sigue manteniendo el apetito y por lo menos continúa haciendo sus necesidades en su baño. A pesar de eso, sus fuerzas flaquean y cada día que pasa su vida se va apagando.

No es la primera vez que pasamos por esto; hace tres años que nuestro añorado perrito nos abandonó, víctima también de un maldito cáncer. A día de hoy todavía lloro cuando pienso y me imagino a su lado; solo las personas que tienen o han tenido animales viviendo con ellos saben de lo que estoy hablando. En aquella ocasión se trató de un desenlace inesperado pero rápido, y la decisión inevitable; el dolor es el mismo pero parece que te consuela el saber que no se pudo hacer nada más. Pero ahora la situación es diferente.

La duda nos corroe ¿qué se puede hacer en estos casos? ¿acabar de una vez con su sufrimiento o esperar al último momento? ¿podemos jugar con la vida de un animal de esa manera? ¿quienes nos creemos nosotros para tomar esa decisión? ¿pensamos en nuestra comodidad o realmente pensamos en su bienestar?
Pero por otro lado ... ¿y si realmente le hiciésemos un favor? ¿nos agradecería ella terminar de una vez con esto?
Eso jamás lo sabremos y siempre nos quedará la duda de qué hubiera sido lo mejor para ella.

Mientras llega el momento de la dura y cruel decisión, el estómago se nos encoge cada mañana al levantarnos sin saber si la vamos a encontrar con vida, o cada vez que la vemos deambular por el pasillo, apoyándose en las paredes para no caerse.

En ocasiones como estas no puedo evitar pensar aquello de “mierda de vida”.

IMG_20170505_225121_resized_20180529_091029818.jpg

Fuente de mi propiedad

H2
H3
H4
3 columns
2 columns
1 column
Join the conversation now