Día 67 de 365


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Día 67 de 365



Marzo ha llegado con un sabor amargo, pero no como el del café sin azúcar, sino como el amargor de quien se da cuenta de que ha envejecido en cuerpo y no en alma, y teme verse en el espejo y descubrir que sus cabellos blancos no combinan con la frescura que órbita en su mente. Pues así ha llegado, inesperado, apurado, sin darnos chance de despedirnos de febrero. Como si compitiese por llegar primero al final de la recta.
Marzo me trae en las esquinas a mi viejo amor en encuentros fortuitos. Desde la ventanilla de un auto se asoma la nostalgia disfrazada de sonrisa y por segundos me devuelve los años que han pasado, vuelvo a tener 17, vuelvo a enamorarme hasta volver a la tierra. Y se me escapa de la mirada un te extraño, de la misma manera en la que se me escapan los días postergando aquello que tanto anhelo, y me pregunto, a mí misma ¿por qué siempre dejamos lo que amamos para “un día de estos” si “un día de estos” nunca llega? ¿Por qué nos resignamos a aquello que no nos satisface? Temo despertar un día y darme cuenta que los días se han ido y yo no me he ido con ellos. Se necesita tanto valor para renunciar a aquello que seguimos aferrándonos…


Marzo hazme florecer en las gerberas, marzo hazme valiente.

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