que alumbraba nuestras noches
desnudamos sentimientos,
descubrimos el pecado,
y mis ojos te miraron
como nunca volverán a mirar.
en una calle insípida
besaste las cuencas de mis ojos
vendados y vacíos,
los abriste,
los llenaste de dulzura de tu amargo encanto.
y la luna se durmió,
la farola encendida de testigo alumbró
nuestros pies descalzos y las sonrisas risueñas,
como tus años se desvanecían
como huellas en la arena.
allí sigue esa farola,
con su luz parpadeante sigue siendo testigo
de quienes como nosotros
con locura se enamoran.
de una ciudad tan seca
espero que las memorias lluevan,
que despierte en ti el recuerdo,
y quizás con el tiempo vuelvas
para recoger los frutos y flores que nazcan,
que retornen los días
de sábanas blancas.